domingo, 24 de septiembre de 2023

Mal despertar.

 Esta madrugada Pascualita se ha metido en mi cama, mojada. Y fría, la jodía. Un duro despertar. Mi reacción ha sido la normal en éstos casos: agarrarla por la cola, hacer molinete y lanzarla cuanto más lejos mejor. En éste caso a los pies de la Cotilla que en esos momentos iba al baño.

Dos gritos rasgaron la seda de la noche: el mío cuando la sirena se arrastró por mi barriga y el de la Cotilla, aterrada al creer que se le venía encima el ánima de mi primer abuelito.

También fue normal la reacción de los vecinos: patearon la puerta de casa al grito de ¡¡¡QUEREMOS DORMIR, BOBA DE CORIAAAAAAAA!!!

 Pasado el barullo gracias a la intervención de los Municipales con Bedulio al frente, la paz volvió a la finca a pesar de que algun@s vecino@s reclamaron, insistentemente, que me trasladaran al cuartelillo y tiraran la llave al mar. Cosa que no ocurrió porque pude susurrar al oído de Bedulio que mi primer abuelito estaba subido a la lámpara del comedor dispuesto a defenderme como solo el ánima cabreada de un abuelo puede hacerlo.

Antes de intentar conciliar de nuevo el sueño, y con una taza de cola cao en las manos y Pascualita en mi escote, miré a lo lejos, a través de un pequeño hueco en el skay line del barrio, por donde asomaba una pincelada rosada anunciando el nuevo día. Y solo entonces, con el primer y tímido rayo de sol, pude ver la moderna pirámide del gran Ramsés II

 

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