miércoles, 13 de septiembre de 2023

La abuela se equivoca.

La casa rezuma envidia cochina por los cuatro costados y todo porque Pascualita y yo hemos estado en Bagdad y los demás no. 

El más enfadado es el árbol de la calle. - ¿Y qué quieres que yo le haga? (le dije) ¿Quién te dijo que plantaras tus reales en el alcorque de la acera? - Lo hicieron los de Parques y Jardines. - Pero no protestaste ¿o sí? - No... - Ah, o sea que tu quieres estar en misa y repicando. Pues, no señor. A eso se le llama ser egoísta. - El árbol se puso colorado, colorado como un tomate.

Otro que también estaba enfadado era mi primer abuelito. - Pero si tu puedes ir cuando quieras. Y encima, llevando el sudario más elegante del mundo. - ¿Y qué se me ha perdido a mi en Bagdad sin ti? - Ver aquel lugar... - ¡Sin mi nieta, no! - Benditos abuelos.

Pascualita tampoco estaba para bromas porque le había gustado eso de volar y quería estar zascandileando por ahí todo el día. - 

La abuela vino a casa y notó que algo le pasaba a su amiga del alma. - "¿Otra vez está con el celo?! - Que yo sepa, no. Pero se ha vuelto una caprichosa de tomo y lomo - "¿Y eso...? ¡¡¡¿QUÉ ES ESOOOOOOO!!!?" (gritó a pleno pulmón) "¡¡¡RATAAAAAAS!!!" y salió de estampida para meterse en el rolls royce donde Geoooorge, que había oído el grito, arrancó sin que tuvieran que darle la órden.

Pero no eran ratas sino siete u ocho pequeñas alfombritas que no paraban de alborotar mientras hacían prácticas de vuelo bajo la atenta mirada de la alfombra-madre.

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