viernes, 29 de septiembre de 2023

La abuela depredadora.

La cara de Esmeraldito se convirtió en una máscara. Nada se movía en ella salvo las aletas de la nariz y sus orejas que, curiosamente, lo hacían en todas direcciones. Su novia (anda que...) se asustó y lo meneó como si agitara un jarabe. - ¡Esmeraldito, vuelve en ti!

No se hizo de rogar y volvió a su estado natural. Después dijo una frase que me heló la sangre: - Quien ha escuchado cantos de sirena, no lo olvidará nunca.

La Cotilla aplaudió, embelesada: - ¿Te das cuenta, nena? ¡Es el Cervantes de la palabra!

 En cuanto pude llamé a la abuela y le conté lo ocurrido pero, de toda esta historia solo se quedó con nombre del hombre: - "¿A qué viene ese nombre? ¿Acaso tiene minas de diamantes? ¿Por qué no se lo has preguntado?... " - ¡Abuela! ¿No ves que descubrirá a Pascualita? 

Colgué el teléfono. Un rato después llamó la abuela para preguntarme si Esmeraldito estaba bueno: - No parece enfermo... - "¡Que si tiene un revolcón, jodía!" - ¡¡¡Abuela. Es el novio de tu amiga!!! - "Que cruz tengo contigo"  -  Esta vez colgó ella.

Pasaron unos días de relativa calma porque la sirena tuvo su celo número tropecientos mil millones y no para quieta.

Una mañana el rolls royce de los abuelitos aparcó en su lugar predilecto: la parada del bus. Poco después entraron en casa la abuela seguida de GreooooorgeBrexit llevando los avíos para una paella de marisco. 

Puse la mesa para seis comensales pero la abuela, mirando de soslayo, dijo: - La Cotilla no está invitada. Andresito tampoco... Y Esmeraldito se sienta a mi vera.

 

 

 

 

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