Sonó el teléfono: - ¿Digaaaaa? - Y la voz dulce y cascada de mi bisabuelastra sonó en mis oídos. - Hola, nena. Tu abuela me ha comentado que Ramsés II se ha hecho construir una nueva y moderna pirámide, según le dijiste tú.
¡Vaya (pensé) finalmente la abuela se interesa y comenta las cosas que YO digo! - Pues, si y... - ¿Cuántas, según tú, tiene repartidas por las arenas del desierto? - Estooo... ¿siete? - Mira, nena. Voy a darte un sabio consejo: No hables de lo que no sabes. - ¡Bisabuelastra!
Menudo jarro de agua fría me llevé. No sabía qué decir.
Después, en cuestión de segundos pasé del estupor a la rabia y no me pude callar. - ¡Siendo un faraón y riquísimo, tuvo pirámides. Anda que no! - Ramsés y yo fuimos como uña y carne, guapita. No había nada que hiciera que no me comentara y como las pirámides, ya en aquellos tiempos, eran más antiguas que andar palante, dedicó su tiempo libre a hacerse estatuas... - ¿Por qué? - Porque aún no se habían inventado los selfies.
Poco después nos despedimos porque llegó el ánima de mi primer abuelito y como están a partir un piñón, tuvieron un cortejo de lo más explosivo.
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