sábado, 9 de septiembre de 2023

Mosquitos.

Pascualita tiene un ojo hinchado como un balón de fútbol. - ¿Qué te ha pasado? ¿Has encontrado la horma de tu zapato? jijijiji... - Pero la sirena no estaba para coñas marineras y me lanzó un buchito de agua envenenada a la cara que, afortunadamente, pude esquivar.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaa! No he dormido en toda la noche por culpa de los mosquitos. Estoy llena de cardenales que me he echo intentando matar a esos chupasangres. No sé de dónde salen tantos... - 

La Cotilla miró en derredor tratando de buscar un culpable. De repente, gritó: - ¡Ahí está la fuente del problema! - Y como un Cristobal Colón cualquiera, estiró el brazo derecho y el dedo índice, señalando la pila de lavar del comedor. - ¡Llamaré a Sanidad! Esto contiene agua estancada aderezada con plantas raras. - Pero, Cotilla, si es una pecera y el agua es de mar...- Más a mi favor. En cuanto cuente que tienes en casa una pila de lavar en plan pecera ¡sin peces! y estorbando en medio del comedor ¡te pondrán una camisa de fuerza!

Antes de que pudiera impedirlo, ya estaba hablando por teléfono. Era como una fuerza de la Naturaleza echando culpas sobre mi espalda. Opté por lo más drástico y sin que sirva de precedente.

Cogí a la sirena, que estaba especialmente horrorosa con el ojo hinchado y se la enseñé con un movimiento rápido para que viera y no viera: ¿Qué es eso? (preguntó con un hilo de voz) - ¡Es el alma de mi primer abuelito y te habrás fijado, que te tiene especial ojeriza! ¡CUELGE ESE TELÉFONO!

No solo colgó, sin que corrió a esconderse en su cuarto bajo llave. Y esa noche no hubo trapicheo.

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