jueves, 28 de septiembre de 2023

El canto de la sirena.

 La Cotilla llegó a casa derrengada: - ¿Qué le pasa, mujer? - Que estoy hecha cisco. Cada día me resulta más pesado el trajín del trapicheo. - Es que tiene usted más años que Matusalen y no se da por aludida...- ¡Y encima con novio! - A ver cuando me lo presenta. - Esta misma tarde ¿qué te parece? - Qué iba a decir...

Quedamos que el novio vendría a las siete de la tarde a casa y, desde ese momento, la Cotilla no ha parado de arreglar y colocar cosas para causar buena impresión. Y además, trajo un pez rojo: - Así podremos decir, con razón, que la pila de lavar es, en realidad, un acuario.

Tragué saliva. Aquello era problemático porque Pascualita es un bicho de agua salada y el pececito rojo es de agua dulce. La solución era meter a la sirena en la pecera que guardo en mi cuarto para urgencias como ésta. Ahora bien ¿querrá la medio sardina cambiar de "vivienda" y pasar a un cuchitril? Temo por mi integridad física.

Llegaron las siete y con ellas Esmeraldito Cifuentes, el novio de la Cotilla. Repeinadísimos los cuatro pelos larguísimos que llevaba en plan ensaimada, pegados al cráneo con pegamento Imedio para que no lo despeine ni el huracán de las Azores.

La Cotilla revoloteó a su alrededor diciendo: - Nena, éste es mi Esmeraldito. - Mordiéndome la lengua para no reírme, le tendí la mano para saludarle pero él se había quedado traspuesto escuchando... ¿qué?

- El canto de la sirena (dijo mi primer abuelito desde lo alto de la lámpara del comedor) Y también:  Esmeraldito es merinero de profesión desde que llevaba pañales... Ay, dios.

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