viernes, 20 de julio de 2018

Comida gratis.

La Cotilla ha traído dos botes grandes de fabada. - Para que luego digas que no aporto nada a tu casa. - Ya podría haber traído gazpacho en lugar de ésto. - ¡Quéjate, encima! ¿No sabes que a caballo regalado no se le mira el diente? Es lo que he encontrado en el contenedor del súper. - ¿No estará caducado? - ¡Que va a estarlo, tiquismiquis! Y encima, es gratis ¿No irás a quejarte?

Ante tamañas explicaciones no tuve nada que objetar. Llamé a la abuela para invitarla a comer. - "Vamos a sudar la gota gorda con ésta comida pero, si es gratis, me aguantaré" - Así que a mediodía nos sentamos a la mesa de la cocina y dimos buena cuenta de las dos latas.

Antes de empezar a comer, la Cotilla encendió las velas del altar de los Amigos de lo Ajeno y puso musiquilla de fondo que a punto estuvo de dormirnos a las tres,

Fue durante la comida que dije que no quería volver a salir, a ningún sitio, con la Cotilla. - ¡¿Qué he hecho ahora?! (gritó, dolida?) - "Limpiar todas las carteras de la playa ayer mismo" - "No hablemos de trabajo que es la hora de la siesta y vamos a ver el Tour"

Llevaríamos una hora durmiendo cuando me desperté. Me encontraba mal, pesada y... ¡vomitando hasta la primera papilla! Lo peor fue que las dos amigas estaban igual. Apestaba tanto la salita que Pascualita, que saltó del escote de la abuela al suelo y reptando, se largo de allí.

Nos revolcábamos de dolor por los suelos. - ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYY!!! - "La culpa la tiene la Cotilla por traer botes caducados" -La culpa la tenéis vosotras por comer lo que traigo.

Fue tanto el vómito que llego a salir de la salita y seguir hasta el balcón desde donde de desparramó a la calle. Una buena porción cayó sobre Bedulio, que estaba haciendo la ronda. Poco después, los Municipales invadieron mi casa provistos de máscaras antigas, debido al pestazo.

Desperté en una clínica, con un goteo puesto en el brazo y el cuerpo dolorido. Las otras dos camas estaban ocupadas por la abuela y la Cotilla. Estábamos muuuuuuy malitas. Teníamos el mismo color muerto-ahogado-amarillento-violaceo que tiene Pascualita normalmente... Entonces se escuchó la débil voz de la abuela: - "¡Cotillaaaaaaaaaaaaa, cabronaaaaaaaaaaaaaa!"

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