sábado, 7 de julio de 2018

Que jodía es la abuela.

El rolls royce, conducido por Geoooorge, ha llegado temprano, para variar y, aunque había un montón de sitios para aparcar, lo ha hecho dónde siempre, en la parada del bus. Cuando lo he comentado con ellos han dicho: ¡Lógico! Los ingleses son muy tradicionales. - Y aquí paz y después, gloria.

Los abuelitos venían hablando, de sus cosas, pensé yo, pero no. O sí, según se mire aunque no me he atrevido a preguntarlo delante de la abuela porque tiene una mano muy rápida repartiendo pescozones. Me dediqué a escuchar mientras Geoooorge, como buen mayordomo, preparaba cola caos y cafés con leche, colocaba las ensaimadas, recién hechas, en una bandeja desde donde esparcían un aroma que provocaba que los jugos gástricos de mi estómago dieran saltos de alegría.

- ¿Tú que opinas, nena? (me preguntó Andresito) - Me hice la despistada. - Perdona pero no estaba escuchando - "¡Fíjate. Ni eso sabe hacer!" (saltó la abuela. Siempre tan "simpática") - Vamos a pintar la Torre del Paseo Marítimo y discrepamos sobre los colores que pensamos dar a las habitaciones y los salones... Por ejemplo, tu abuela quiere pintar la Biblioteca de naranja fosfi. Ya sabes que es su color favorito pero creo que no es apropiada para ese lugar. Distraería la atención ¿no crees?

¡A mi que me importa cómo lo pintéis! (pensé pero dije) - Blanco estaría bien porque, para llenar esa habitación de color solo hace falta la imaginación del que esté allí leyendo. - !Vaya, nena! me acabas de sorprender gratamente con tu comentario. - "No te hagas ilusiones. Le habrá dado un tiento al chinchón"

Entonces quise darle una lección a la ingrata de la abuela. - Piensa en los hombres primitivos, abuelito. Ellos nos enseñaron que menos es más en lo tocante a pintar, o decorar, sus cuevas. Posar sus manos llenas de pintura sobre la piedra, dejando sus huellas impresas, es un dechado de sencillez y buen gusto. - ¡¡¡Bravo, bravo!!! La nena tiene toda la razón. Eso quiero en las paredes de nuestra casa: sencillez.

Unas horas más tarde, la abuela me llamó. Estaba furiosa. - "Te podrías haber metido la lengua donde tu sabes, boba de Coria. ¿Mi casa sencilla? ¡¿Cuándo he sido yo sencilla y más ahora que soy rica?! Vete preparando para dar asilo familiar a tu puñetero abuelito" - ¡Y colgó, dejándome muy preocupada!

Esa noche se presentó Andresito, con lágrimas en los ojos: - Tu abuela ha tirado por la calle de en medio y les ha dicho a los pintores que nada de rodillos para pintar las paredes ¡de toda la casa! Y las han llenado con las huellas de sus manos en todos los colores del Arco Iris. Incluyendo dorados y plateados de purpurina. 

Pascualita debía estar escuchando porque oímos sus chapoteos al dar saltos mortales con tirabuzón, por el éxito de su amiga. - ¿Qué ha sido eso, nena? - Mi primer abuelito celebrando que ahora te toque a ti aguantar lo que, hace años, aguantó él. - Andresito suspiró: - Aaaayyyy, y lo que me queda... - Eso.

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