sábado, 14 de julio de 2018

Querencia.

Pascualita tiene querencia al árbol de la calle. Quizás porque estará fresquita entre las ramas cuando sopla un poco de aire pero, como ya le he explicado, no es un sitio para que esté una sirena. No se han encontrado datos ni escritos, leyendas, cuentos e historias, donde se diga que, en un momento dado de la Historia de la Humanidad, las sirenas estuviesen en los árboles. Yo, por lo menos, no tengo constancia de ello.

Como es muy suya y más terca que una mula, no me hace ni caso y se tira del acuario al suelo tantas veces como yo la devuelvo al agua. Ha terminado sacando la dentadura de tiburón a pasear y no me ha quedado más remedio que cerrar la puerta del balcón. No ha sido una buena decisión porque ahora no corre el aire en casa...

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Abre ese balcón, cooooñe, que aquí huéle a tigre! - Es que se escapa el gato, Cotilla (me salió la frase así, qué quieres que te diga, María Fernanda) - ¿Qué gato? ¿Has comprado un gato? O sea, ¿que tienes un acuario vacío y en lugar de comprar peces compras un gato? ¡No eres más tonta porque no te entrenas, boba de Coria!

En ese momento llegó la abuela. - "¿Pasa algo?" - ¡Que cruz tienes con tu nieta! Menos mal que solo tienes una. ¡Pues que ha comprado un gato! - "¿Un gato? ¿estás tonta? ¡Pero si está Pasc... estoooo... Mariano!"

La Cotilla abrió los ojos como platos - ¿Qué pasa con Pascual? ¿Quiere que os quedéis a su gato y va la tontaina de tu nieta y se compra uno? Menudos negocios haces tu, bonita. Así no te casaremos nunca... Yo que venía tan contenta a montar un altar monárquico ¡y se me han quitado las ganas en cuanto ha salido a colación el nombre de tu amante! (señaló a la abuela con su dedo huesudo) ¡Con lo bueno que es Andresito y el capitalazo que tiene!

Mientras hablábamos, con el rabillo del ojo, vi reptar a la sirena, pegadita al rodapié, camino del balcón que, casualmente, estaba abriendo la Cotilla. - ¡¡¡CIERREEEEEEEEEE!!! Y de altares en mi casa, ¡NADA DE NADA! - ¿Ah, sí? Pues toma ¡abierto de par en par!

 Y Pascualita saltó al vacío.



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