viernes, 13 de julio de 2018

¿Dónde está Pascualita?

Todo el día tengo la sensación de que me falta algo pero no sé qué. Es como si la casa estuviese vacía.... Es cierto que estoy sola. Ni la abuela ni la Cotilla han pasado por aquí y estoy desinformada.

No pongo la televisión ¿para qué? Hablan de una tal Corina. Para mi si una que se dice famosa no ha salido en un buen reportaje  del Hola, no es nadie. Corina, Corina... no caigo...

¿Y el Borbón quién debe ser? Porque hay unos cuantos. Total, que prefiero quitarle el polvo a los libros que romperme la cabeza pensando... Bastante tengo sintiendo que algo me falta y no sé qué es.

De vez en cuando me vienen pensamientos: ¡Me falta papel de váter! Va a ser eso. Y corro al cuarto de baño. Y no, estoy bien surtida de rollos. Y vuelta a empezar. Una de las veces he pensado en Pepe, la cabeza jibarizada. Podría ser que se la hubiese llevado volando una gaviota porque, con este calor, tengo las ventanas abiertas de par en par.

Me ha dado un pálpito solo de pensar que a la pobre le hubiese pasado algo. Y he corrido a la cocina. Y allí estaba, tan quieto como siempre. Calladito, porque en boca cerrada y cosida, no entran moscas. Me he quitado un peso de encima.

También he pensado en Pascualita, pero ella está bajo las algas, durmiendo plácidamente. De todas maneras me he acercado varias veces al acuario porque, aunque sabía que está ahí, no la veía... El calor puede con ella y he metido unos cubitos en el agua...

De repente he sentido la necesidad, angustiosa, de verla y poniéndome el guante de acero he metido el brazo hasta el fondo. He palpado la arena, las algas, inclúso he cogido el barco hundido pero ¡no estaba! ¡Esa era la sensación que sentía! La sirena ¡no estaba! Y yo no sabía dónde buscar.

De nuevo me ha venido a la mente la imagen de la gaviota robándola. Y he corrido a cerrar las ventanas y el balcón a pesar de saber que el mal ya estaba hecho... O no. He buscado por todos los rincones. En el cajón de las patatas. En el carrito de la compra. En el cubo de basura... ¡por todo!

¡Que angustia, por favor! He vuelto al balcón ¿habrá saltado a la calle?... ¿o a las ramas del árbol?  Entonces escuché al guirigay de trinos exaltados y un revuelo inusitado de pájaros me indicó que allí pasaba algo. ¿Un gato, quizás?

La escandalera iba en aumento. De repente, un gato saltó al balcón dando un gran marramamiau que me asustó tanto que, sin pensar, salté a mi vez y caí en las ramas. Y mientras el gato intruso corría por mi casa, yo trataba de no caerme a la calle desde esa altura. ¡Y entonces la vi! Pascualita comía trocitos de gato mientras los pájaros intentaban echarla de su árbol. Le grité: ¡Pascualita, ven aquí! ¡¡¡Ven aquí te digo!!! - Por toda respuesta hizo la señal de OK con sus deditos palmeados.

A costa de partirme la crisma, repté hasta llegar a su lado. Ahíta como estaba, se dejó coger y meter en mi escote, donde se colocó y se durmió. Unas voces llegaron hasta mi: - ¡¡¡Baja de una vez o llamo a los bomberos!!! ¡¡¡Te voy a poner una multa que se te va a caer el pelo!!! - También escuché una clá que decía: - ¡¡¡Que la multe, que la multeeeeeeee!!!

Bajo el árbol estaba Bedulio y parte de mis vecinos que lo jaleaban. Pensé en la abuela y en su ilusión por tener un bisnieto y me dije que no podía dejar pasar ésta ocasión. De modo que llamé a Bedulio: ¡¡¡Llama a los bomberos pero que vengan los del calendario, o no bajo!!!

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