viernes, 5 de octubre de 2018

Atando cabos.

Hemos ido a inspeccionar la Catedral. Ha sido para acompañar a Bedulio porque al pobre no le llega la camisa al cuerpo y tiene un estrés de caballo. En primera porque sus jefes le meten prisa para que solucione el caso del fiambre de la Catedral. En segundo lugar, no le hace ni pizca de gracia ir solo. - Es que la iglesias están poco iluminadas y cualquier sombra puede convertirse en un peligro... - No te preocupes. Te acompañaremos. - No sé si podéis hacerlo... - ¡Claro que si! (dijo la Cotilla) y de paso me pondré al día de mi trabajo.

¿Canta en el coro? - "¿La Cotilla? pero si canta como un grillo afónico jajajajajaja" - No presumas que tu tampoco das el do de pecho (las dos amigas se pican por nada) - Voy a limpiar... - Bueno, vale. - "Yo no quiero dejarte solo en aquella inmensidad de Catedral... Siempre puede pasar algo imprevisto." - ¿Cómo... qué...? (la voz le falló un poco) - "Un ruidito... algo que suena sobre una lápida antigua... " - ¡De acuerdo! pero si viene mi jefe háganse las despistadas...

A quien nos abrió la puerta le pareció extraño tanta mujer y tan mayores. - "Somos las Fuerzas de la Reserva que venimos a echarle una mano al Municipal... " - La abuela se dirigió, rápidamente, a la pila bautismal. Disimuladamente, abrió el termo de los chinos que llevaba colgado al cuello y dejó que Pascualita olfateara la piedra. Inmediatamente se sintió inquieta y se relamió sus labios de pez. Quería tirarse al agua bendita pero la abuela la detuvo. - "No puedes. Es agua dulce" - Pero es bendita (dije yo en voz baja) - "Deja de entrenarte para ser más tonta porque has llegado al límite."

Así que Pascualita nos confirmó que en esa pila había habido chinchón en cantidad. - La abuela se dirigió al portero. - "De modo que ahora se bautiza con chinchón en lugar de agua." - El hombre la miró espantado. - ¡De ningún modo! - "Pues la pila huele a licor que echa para atrás"

Mientras Bedulio buscaba pistas en las capillas laterales y la Cotilla vaciaba los cepillos con mucho sigilo, la abuela acorralaba al portero. - "¿Dónde esconde la mercancía?" - ¿De qué habla ésta mujer? - "Se que la guarida de la banda está por las alturas... ¿En el campanario tal vez? Vamos a subir" - ¡Ni hablar! Tengo las rodillas artríticas y no pienso hacerlo. - "O subimos o le denuncio por asesinato" - Me da igual pero no subo.

Encantada de la vida por haber dado con el criminal, la Cotilla corrió hacia Bedulio. - ¡"Lo tengo! Ha confesado ¡Es el artrítico! Tiene su guarida en lo alto del campanario, aunque lo niegue. Precisamente ha sido eso lo que me ha puesto sobre aviso." - ¡Vivo en una planta baja, no allí arriba! - "¿Lo ves, Bedulio, no para de negar lo evidente?" - ¿El qué? - "No lo sé, pero evidente es."

Sonó la campana y todos dimos un respingo. - Va a empezar la misa. Hay que irse... - ¡"No podemos porque, cuando esté solo cambiará el chinchón que guarda, a otro escondite"! - ¡No guardo nada. Soy abstemio! . "Eso decís todos los malechores pero a mi no me la das con queso"

Desesperado, el portero salió corriendo hacia una puerta disimulada en la pared y subió por la escalera de caracol como alma que lleva el diablo. De repente, su cuerpo bajó los escalones hecho un guiñapo... El miedo y la escalera estrecha, empinada y sombría le atenazó la garganta y el corazón estalló. Yacía muerto a los pies de la abuela que, señalándolo con un dedo dijo: "¡Que pena, se ha muerto sin decirnos donde está el chinchón y ahora me tomaría unas copitas" - ¡Y nosotras!



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