viernes, 19 de octubre de 2018

¡Llegaré, tranquila, a fin de mes!




Esta mañana he salido a por agua para la sirena. Estaba lloviendo civilizadamente. He cogido el paraguas, una rebeca y me he puesto las katiuskas. En el carrito de la compra llevaba tres garrafas vacías para llenarlas de agua de mar.

He vuelto a casa sudando a mares porque había salido un sol de justicia que secó las calles en un plis plás. Me he dado una ducha y vestida de verano, con avarcas y todo, he ido al mercado. Antes de llegar ha caído un chaparrón que me ha dejado calada como un pollo y tiritando...

La abuela me ha dicho que por su barrio no ha caído una gota y encima, me ha reñido por no llevarme a Pascualita a que viera el mar mientras yo llenaba las garrafas en la orilla. - Siempre quiere escaparse... - "Porque quiere irse a su hábitat la pobre" - El próximo día dejaré que se largue al fondo del mar... - "¡¿Quiéres ver como dejas de ser candidata a la Torre del Paseo Marítimo en nuestro testamento, boba de Coria?"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿Con quién hablabas? - Le importará a usted mucho, Cotilla - ¿Con Bedulio? - Vaya... tiene mieditis ¿eh? jajajajajajaja - ¿Era él o no? - Pueeeees... no.

Llamaron a la puerta. - ¡Nena (me gritó la vecina) toma! ¡¡¡Y CALLA!!!

En el rellano de la escalera, Bedulio, con su uniforme, estaba absolutamente marcial. Guardando la compostura preguntó por la Cotilla - No está. - La he oído gritar. - ¿En serio? Creí que eras sordo pero no... - No hagas que pierda la paciencia. - ¡Pues como la pierdas y la encuentre yo, no te la devuelvo jajajajajaja! - ¿Tú sabes cuánto dinero estafó el otro día en la Catedral? - ¿Estafó? Que palabra más fea, Bedulio...¿Eso os enseñan en el cuartel?

Así estuvimos más de media hora hasta que, harto, gritó: - ¡¿A que te llevo detenida?! - ¡Llamaré a mi abuelito y verás la que se arma! - ¡Ya no es nadie en su Partido! - Aaaaah, tu te refieres a Andresito ¿verdad? ¿No recuerdas que tengo otro abuelito? (mi voz sonaba somo el siseo de una serpiente) - La cara se le demudó. Pasó del color sonrosado al blanco cadavérico. El porte marcial dio paso a un cuerpo desmadejado y tembloroso. Y cuando abrí la boca para llamar al abuelito, se puso de rodillas diciendo: ¡¡¡No lo llames, por favor, por favor, POR FAVOOOOOOOR!!!

¡Como me divertía! Y grité: - ¡¡¡ABUELITOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

Bedulio se levantó de un brinco y bajó, saltando de cuatro en cuatro, la escalera. Pero no iba solo. La Cotilla, aterrorizada, corrió tras él pálida y llorosa. Ninguno de los dos quería enfrentarse al ánima de mi primer abuelito.

Debo reconocer que el Municipal batió el recórd mundial de velocidad porque al escuchar detrás suyo los pasos de la Cotilla, creyó que era el fantasma que lo perseguía y corría que se las pelaba.

Entré en casa y me senté con la sirena a ver el programa de la Esteban mientras brindábamos con chinchón por el fajo de billetes que me había dado la Cotilla para que no la delatara.

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