jueves, 18 de octubre de 2018

MI DIFUNTO BISABUELASTRO ESTÁ ENCANTADO.



¡Que noche nos dieron los abuelitos! No encontraban nada a su gusto. A los catres de las celdas del cuartel de los municipales les pusieron mil y una pegas. Que si eran duros, que si estrechos, que si olian, que ellos no estaban acostumbrados a dormir separados y querían una cama de matrimonio, si patatín, que si patatán.

Llegó un momento en que los municipales echaron a suertes quién les daba la patada en el culo para echarlos a la calle. Pero el abuelito hizo valer su condición de millonario con rolls royce y la cosa se calmó un poco.

La abuela, incómoda, no paraba de dar vueltas en el colchón. Se cayó dos veces al suelo despertándonos a la Momia y a mi que dormíamos como angelitos. Una de esas veces, con el golpe, se abrió el termo de los chinos que se había colgado del cuello y Pascualita se vio libre del largo encierro.

No nos dimos cuenta de ello hasta que un grito desgarrador anunció que la sirena acababa de hincar los dientes en alguien. Salí corriendo de la celda porque, al no estar detenidos, no estaba cerrada con llave. Siguiendo el sonido de la escandalera descubrí la escena. Pascualita estaba "pegada" al dedo gordo del municipal situado detrás del mostrador de la entrada.

Supongo que el hombre se había descalzado para estar cómodo (Era una noche sin apenas trabajo) y Pascualita "tropezó" con él. Uno de sus compañeros blandía una pistola - ¡¿Qué vas a hacer?! ¡¿Dejarlo cojo?! (le grité) - Mientras hablaba arranqué a la sirena del dedo (del que se llevó un cachito en la boca) y la metí en mi escote)

Era tanto el nerviosismo que reinaba allí, aumentado por los gritos de dolor, el reguero de sangre y el espectáculo de ver como el dedo crecía, crecía, crecía...  que nadie se fijó en mi maniobra.

Estábamos en pleno apogeo cuando llegó Bedulio. De una sola ojeada supo que mi primer abuelito ¡estaba en la Comisaría! y, blanco como el papel, nos echó a todos a la calle sin contemplaciones.

A esas horas ya no quedaba nadie en la calle. La bisabuelastra y yo hemos seguido durmiendo, ahora en nuestras camas, como unas benditas. La abuela y Geoooorge hicieron lo mismo en la Torre del Paseo Marítimo... pero no el abuelito que temía ser juzgado por "los suyos" por el escándalo de la Catedral.

Finalmente cayó rendido... y soñó. Vio a su padre, tan serio y severo como fue en vida. - ¿Estás tan abochornado como yo por el espectáculo de tu mujer?? (dijo, lloroso) La cara del viejo reflejó una sonrisa pícara mientras iniciaba unos pasos del rock and roll. - ¡¡¡ME ENCANTAAAAAAA!!!

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