martes, 16 de octubre de 2018

¡El milagro!

- "¡¿Tú no sabes ese refrán que dice que Tres son multitud, boba de Coria? ¿No puedo dejarte sola sin que metas la pata?!" - Menuda bronca me echó la abuela al enterarse que la Momia había descubierto a Pascualita y que yo le había confirmado que, efectivamente, era una sirena... aunque fea.

- ¡Si de verdad hubiese estado sola esto no habría pasado! - "¡Por una cosa que te pido y mira la que has liado!" - No he liado nada. Me prometió que no se lo diría a nadie, ni siquiera a Andresito... -
"Te espero el domingo en la Catedral a la  misa de doce que oficiará el Obispo"

Miré a la abuela ¿se le estaba secando el cerebro? - ¿Has dicho... a misa? - "¡Y no faltes!" - Pero..., pero... - Un portazo seco fue su inquietante respuesta.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! He visto salir a tu abuela enfadada ¿qué le has hecho? - ¡Nada! quiere que vaya con ella a misa, el domingo en la Catedral. - ¿Para qué? - ¡Y yo que sé!

El domingo me vestí lo mejor que pude y a las doce del mediodía, estaba, como un clavo, en la puerta de la Catedral. Poco después llegaron los abuelitos con la Momia que estaba resplandeciente, como si se hubiera quitado cincuenta años de encima. - ¡Hola, nena! ¿Has visto que bien me sienta el vestido? - Pero Andresito, rápido como el rayo, la cogió del brazo y entraron al templo.

La abuela me dio un empujón y entré dando trompicones. Aún le duraba el cabreo. - "¡A la primera fila!" - me susurró. - Como nunca había visto un obispo de cerca, no me pareció mal. Hasta que empezó la misa estuve mirando a mi alrededor. Girando la cabeza por aquí, por allá, mirando a mi espalda, al techo - "¡Estate quieta ya, jodía!" - ¡He visto a la Cotilla "limpiando" un cepillo! - "¡Ni se te ocurra saludarla!"

Empezó la misa y poco a poco sentí como el sopor se iba adueñándo de mi. Debí dar alguna cabezada porque recibí unos cuantos codazos de parte de la abuela. La miré y tenía el ceño fruncido. Otro que también lo tenía así era el obispo... ¿estarían compinchados contra mi?

De repente, la Momia se levantó, ágil, y subió los escalones que llevan a la trona. A mi me dio la risa - ¿Qué hace ahí?-  pregunté al abuelito. Pero él no estaba para risas. De pronto se escuchó, amplificada, la voz de la bisabuelastra.

- ¡Palmesanos! Casi todos me conocéis y sabéis que soy una persona muy recta y muy seria (se escucharon risitas) salvo cuando estoy de bailoteo con mis cubanitos culito-respingones (hubo gente que se santiguó. Andresito lo hizo tres o cuatro veces seguidas) Por eso debéis creerme cuando os diga lo que he descubierto en casa de  mi querida nietastra aquí presente (me señaló con el dedo y yo me levanté para que todo el mundo pudiera verme) - La Momia prosiguió: - ¡LAS SIRENAS EXISTEN! (se escuchó un murmullo de sorpresa) - (Me señaló de nuevo y esta vez no me moví. Estaba paralizada) tiene una en su casa. ¡No es verdad lo que se nos han contado sobre su belleza! Esta es fea pero ... (Se abrió el chal que la cubría y mostró a todo quisque, sus hermosos y turgentes pechos) ¡efectiva!

Andresito se desmayó. La abuela corrió a bajar a su suegra del púlpito. El obispo no paraba de repetir; dijo que quería contar un milagro ¡Y vaya si lo es! ¡Vaya si lo es! Entre la gente se armó el caos: todo fue griterío. Mujeres de todas las edades me decían a voz en grito: ¡¡¡TE COMPRO LA SIRENA!!!  mientras la Momia mostraba, sin ningún pudor ¡el milagro!

Ese domingo la misa terminó como el Rosario de la Aurora.

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