martes, 30 de octubre de 2018

Víspera de Todos los Santos

Esta tarde la casa estaba silenciosa... ni siquiera se oía el tic tac del reloj de pared y un escalofrío de miedo recorrió mi espalda. Es víspera de Todos los Santos.

"Gracias" al cambio de hora todo estaba oscuro como boca de lobo. Entonces me acordé de Pascualita y la llamé - ¡Pascualita... o Pascualita! ¿Estás ahí?

Mi voz retumbó contra las paredes invisibles y me devolvieron el eco. La sirena debía dormir... Repetí la llamada dos veces más y no escuché el ni el más mínimo chapoteo. Haciendo acopio de valor alargué la mano en busca del interruptor de la luz... toqué algo pegajoso en su lugar. Los pelos se me pusieron como escarpias. Corrí como una loca hacia la salita y me hice polvo la rodilla al chocar contra lo que, después de llorar a pleno pulmón durante un rato por el dolor de la rodilla, toqué y me pareció la mesa del comedor.

El ruido de una puerta mal engrasada, al abrirse mostró una salita iluminada por un montón de pequeñas llamita, animetes, en un altar made in Cotilla donde estaban colocadas un montón de fotos. Eran mis antepasados.

Se me encogió el corazón. ¡Que pena no haberles conocido a la mayoría y haber disfrutado de ellos! Entré en el "Santuario" y cuando más entretenida estaba, a mi izquierda se encendió una linterna. La visión era terrorífica... como todos los años por éstas fechas ¡Y cada año sigo estremeciéndome como la primera vez!

La abuela, sentada en el sofá, daba luz a su cara, iluminándose desde abajo. Asustada, grité como una posesa hasta que algo mojado y frío me tapó la boca. ¡Era una de aquellas ánimas que estaba celebrando sus noche asustándome! Y corrí hacia mi cuarto, tropezando con cuanto trasto se interponía por el camino.

Me tiré sobre la cama, sin poder cerrar la boca. La abuela encendió la luz, muerta de risa. - "¡Todos los años te asustamos, boba de Coria! ¡¡¡Es que hay que echarte de comer aparte!!!

Pascualita se retorcía en mi cara. La abuela me había metido la cola de la sirena en la boca y me pasé el esto de la noche lavándome la boca y escupiendo ¡Que ascooooooo! ¡Sabe raro!

Otra noche de Ses Animas que me toca hacer de pardilla. Cuando se me pasó el berrinche me acurruqué en la cama a dormir... por eso no me enteré cuando, pasadas las doce de la noche, una figura escurridiza subió al balcón de casa por el tronco del árbol de la calle. Una vez en la cocina tomó un largo trago de chinchón, directamente de la botella y después de devolvérsela al espíritu de Pepe que se había erigido guardian del chinchón, se metió en mi cama y con él, un frío helador que hizo que fuera a por más mantas.

Al día siguiente, al despertarme, sobre el trozo de almohada vacío, había una flor marchita con olor...  ¡a cementerio!


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