viernes, 12 de octubre de 2018

¡Otra vez tengo al abuelito en casa!

Esta mañana ha venido Geoooorge a buscar a los abuelitos para llevarlos a su casa. - ¿Tu ser segura que estar vivos? - Si, inglés. Aún respiran. - Mi no querer problems, boba de Coria. - ¡La madre que te parió, bebedor de agua caliente!

Para fastidiarlo lo he mandado a comprar ensaimadas al horno. - Yo no ser mayordomo tuyo. Yo no ir. - Como se entere mi abuela que no has querido ir, no llegas vivo al Brexit. - Well, yo ir... Dar money. - Págalas tu y luego le pides el dinero a mis abuelitos. - Frunció el ceño... jajajajajaja ¡no se fiaba el tío!

Al rato apareció con una gran bandeja de ensaimadas recién salidas del horno.  Quizás fue su aroma lo que espabiló a mis abuelitos. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¡Ostras, Andresito! ¡Te ha pasado en la cara lo mismo que a mi en las tetas! - El abuelito corrió a mirarse al espejo y gritó como un poseso - ¡¡¡SOY UN MONSTRUOOOOOO!!! - Los hombres os ahogáis en un vaso de agua (dijo la Cotilla). Míralo por el lado bueno. Pronto llegará la Fiesta de Todos los Santos y podrás salir a la calle sin disfrazarte y dando mucho miedo. ¡Y lo que te ahorrarás en disfraz y maquillaje!

El efecto del agua envenenada que Pascualita le lanzó a la cara el día anterior, durará un tiempo. Su aspecto impresiona, por la nariz enorme, las orejas de elefante. Los ojos colgando de sus órbitas balanceándose al andar dan un poco de grima. A penas puede respirar porque nariz y labios descomunales, se junta y por allí no pasa aire alguno. Lleva siempre la boca abierta y ya le han entrado algunas moscas después de desayunar.

El abuelito no quiere salir a la calle. - ¡Me firarán fiedras! - "Que noooooo... Ya no hay piedras en las calles, hombre" - ¡Me fedo aquí! - ¿Aquí? ¡¿En MI casaaaaaaaaa?! - ¡Fí!

La abuela se me acercó, risueña, y me dijo: - "Quién algo quiere, algo le cuesta, nena... La Torre del Paseo Marítimo bien vale un pequeño sacrificio jejejejejejejeje"

La Cotilla metió baza en la conversación. - ¿A que me quedo yo a Andresito y, de paso, La Torre? - Pascualita, tan cotilla como la vecina, no perdía palabra de lo que hablábamos y no debió gustarle lo que dijo porque, al pasar ella junto al acuario, la sirena escupió el agua envenenada al colgante, escuálido y casi centenario, pecho de la Cotilla.

Corrí tras ella mientras daba vueltas a la mesa del comedor, gritaba, lloraba, moqueaba, se daba golpes contra las paredes. Le alargué la botella de chinchón. ¡Tenía que beber para olvidar lo que le había pasado! Luego tiré un buen chorreón de chinchón al acuario, Pascualita también necesitaba dormir y yo descansar.

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