lunes, 15 de octubre de 2018

La bisabuelastra y Pascualita se conocen.

Estoy llegando al límite de mi aguante. Constantemente llamo a la abuela para pedirle que se lleve a la Momia pero se hace la sorda, o simplemente, me dice, a través de Geoooorge, que no está en su casa. He vuelto a llamar - Inglés ¿seguro que le das mis recados a la abuela? - Yes. - ¡Me extraña! - Yo dar. Madame decir ¡que le den! - ¡Te lo acabas de inventar! - No, boba de Coria. - ¡La madre que te parió!

La bisabuelastra me tiene derrengada. No para de pedirme que baile salsa con ella. Tengo las caderas descuajaringadas y ella, en cambio, está hecha una rosa. Los vecinos se quejan de la música porque la pone muy fuerte. - ¡Hay que sentir el ritmo en las venas, nena! - Pero es que no puede oír el telediario. - Oido uno, oídos todos. Se repiten como el ajo ¡Vamos, nena, no pierdas el meneíto!

Como es tan vieja pienso que no se entera de nada pero no es así. Incluso, creo que ha visto a Pascualita. - Es muy gracioso el bicho del acuario. (me dijo el otro día) - Menos mal que reaccioné rápidamente. - Son algas. - ¿Hay algas con manitas? - Algunas tienen filamentos que lo parecen. - ¿Las algas tienen dientes? porque el bicho me enseñó los suyos. - Bisabuelastra, no debes abusar del chinchón a tu edad. - Mi edad física es la que es, mi edad mental es cada vez más joven, cosa que no te pasa a ti.

- Hoy desayunaré en el comedor. Se lo he prometido al bicho del acuario. - ¡Otra vez! ¡Ya te dije que no hay bicho que valga! - Por mi como si dices misa. Yo sé lo que he visto. - No pude convencerla para que nos quedásemos en la cocina. En cuanto nos sentamos en el comedor, la cara de Pascualita apareció tras el cristal del acuario. Sentí un escalofrío. ¡La Momia la había descubierto y yo ignoraba si la anciana sabría guardar el secreto!

- ¡Míra, el bicho! ¡¡¡H.O.L.A!!!  - La saludó con la mano ¡y la sirena la imitó! - ¿Ves como no es un alga? Habría que ponerle un nombre... Tendremos que pensar en uno... - De un salto prodigioso, Pascualita cayó sobre la mesa del comedor, reptó hasta llegar a mi taza de cola cao y en un santiamén se metió dentro y empezó sus ejercicios mañaneros saltando una y otra vez, hasta derramar todo el líquido bien esparcido por todo.

- ¡¡¡PASCUALITAAAAAAAAAAAAAA, PARA YA!!! - ¿Pascualita?... ¿Es chica? ¿Cómo lo sabes? -  Porque tiene... ¿No ves que es una sirena? - No. Me pondré las gafas. ¡Anda, si tiene tetas! Y es fea... Las sirenas siempre han sido guapas ¿qué le pasó a ésta? - Debió ser la última de su especie. Una especie agotada después de miles de años sacando sirenas guapas y al final, salió lo que salió... De esto no le puedes decir nada a nadie - Solo a mi hijo. - ¡No! - Es el cabeza de familia, debe saberlo. - ¡Ni hablar! Es un secreto que solo conocemos la abuela, yo y ahora tú.

La abuelastra está educada a la antigua y no se da cuenta de que quien lleva los pantalones en casa de Andresito es la abuela. Por más que le insistí en guardar  silencio, siguió, erre que erre, con la idea de contárselo a su hijo. Y empezamos a discutir. Poco a poco fuimos elevando el tono hasta que, harta, le chillé. Fue entonces cuando Pascualita soltó un envenenado chorrito de cola cao al pecho de la bisabuelastra que, en contra de todo pronóstico, se desmayó. Ahora duerme sin necesidad de chinchón... Cuando se despierte le espera una grata sorpresa. El veneno está haciendo su efecto y espectacularmente, el pectoral de la Momia está más atractivo que nunca.

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