domingo, 13 de enero de 2019

El Drac de na Coca.

He encontrado un método para tener la casa calentita sin gastar un euro. Me he hecho amiga del Drac de na Coca. Es mano de santo. Y sirve para bastantes cosas, por ejemplo para asar sobrassada, botifarrones, panceta... Aunque tiene una pega, no sabe controlar su poder.

Lo vi ayer por la mañana cuando fui a escuchar el Pregón de las fiestas de San Sebastian. Cuando lo sacaron a pasear no hacía muy buena cara. Me dio la impresión de que lo habían despertado antes de hora y no estaba para guasas. Y me dio pena.

Cuando se acercó a mi tuve ocasión de preguntarle qué le pasaba y el pobre se explayó: - Me han sacado de la cama a horas intempestivas ¡Solo son las doce del mediodía! Le comenté que muy temprano no me parecía. - Todos dicen lo mismo pero ¿alguien se ha parado a pensar lo esclava que es mi vida? No respetan mis horas de de descanso. Trabajo sábados, domingos y festivos. No estoy afiliado a la Seguridad Social y eso que mi trabajo tiene sus riesgos. Me dan de comer, eso sí, tengo que estar contento, quiera o no. No saben el dolor de cabeza que me da tener a los de la batucada tocado tambores y cencerros a mi lado... Esto es un no parar... y ya no estoy para éstos trotes.

Me pareció que una lágrima resbaló por su fea cara. De repente, la batucada reanudó su concierto y el Drac siguió su camino intentando aterrorizar a niños que ni siquiera se asustaban. Giró la cabeza, me miró de nuevo y desapareció entre la muchedumbre que lo rodeaba.

Por la tarde, en casa, me pareció escuchar un ruido en el balcón. Me asomé y allí estaba el Drac, subido en la copa del árbol de la calle que crujía bajo su peso. Venía a agradecerme el haberle escuchado. - Abre el balcón de par en par y calentaré tu casa (me dijo). - Lo hice y de su enorme boca salió una llamarada que me chamuscó las pestañas, las plantas y parte del mobiliario del comedor.

Pascualita, asustada, se refugió en el barco hundido. Los pájaros del árbol huyeron despavoridos. La sirena de los bomberos no se hizo de rogar... Aquellas maravillas de hombres que solo había visto en sus calendarios ¡eran de verdad! Por eso, cuando el Drac me preguntó si podía venir a visitarme cuando no estuviera trabajando, para calentarme la casa, le dije que sí... Quién sabe, tal vez entre los bomberos está el futuro padre del bisnieto de mi abuela...

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