domingo, 20 de enero de 2019

San Sebastian.

¡Otra fiesta! Ya he perdido la cuenta de las que hemos pasado en poco tiempo. Así estoy yo que, por más que busco mi cinturita, no la encuentro ¡ha desaparecido bajo montones de "rollitos de primavera" adosados a una barriga a la que no reconozco como mía.

Es como si alguien me hubiese cosido una faltriquera que no me pudiera quitar. La abuela está que trina con éste tema y, en lugar de decirme las cosas a la cara, se las cuenta a gritos a Pascualita para que llegue a mis oídos su descontento. Así, cuando le recrimino su proceder, dice que no me ha dicho nada, que estoy paranoica y que más valdría que, ya que tengo una tripa como una plaza de toros. - "Que fuera por el embarazo de mis bisnieto, pardala"

Pues hoy es San Sebastian, patrón de Palma y es fiesta. Las plazas todavía huelen a carne y embutidos asados. La música de los conciertos callejeros resuena en las viejas paredes del centro de la Ciudad. Y los vecinos que queríamos irnos a dormir temprano, hemos amanecido con ojeras hasta los pies.

A las cinco de la madrugada, ¡Las cinco!, han venido los abuelitos a casa acompañados de amigos de El Funeral. Se habían recorrido todas las plazas y calles donde había movida y llegaban roncos de tanto gritar, reír, cantar, beber, comer y pasar frío, aunque no parecían notarlo porque el chinchón y las mezclas que hicieron con él, mantenían sus viejos cuerpos repletos de calorías.

- "¡Conchi, pon nuestro himno, a ver si espabila este muermo que tengo por nieta!" - Y Paquito Chocolatero sonó a todo meter. Y, hala, todos a bailar. Al poco rato, todos los vecinos de la finca estaban en el rellano aporreando mi puerta.

Abrió la abuela y los invitó a pasar y unirse a la fiesta. - "¡Vamos, que no se diga que no festejamos al santo más sexi del santoral! ¡Eso es cuerpo y no el de Infantería!" - Poco después ya nadie pensaba en dormir... menos yo. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! - La Cotilla también traía invitados que se sumaron al jaleo sin necesidad de que se les dijera nada.

Me senté en la cocina, con la cabeza jivarizada sobre el frutero. - ¿Te das cuenta, Pepe, cómo son los ancianos de hoy en día? ¡No paran! Fíjate lo que te has perdido, además de la cabeza. En ese momento entró la abuela, con Pascualita entronizada en el broche de la abuela y se la veía feliz, haciendo, contínuamente, la señal de OK - "Sal fuera, nena,... ¡hip!...que tenemos en el comedor al cuer... cuerpo de bomberos casi al completo. Elije de una vez ... ¡hip!... al padre de mi bisnieto. ¡Rapidito, ¡hip!... que se te está... ¡hip!... pasando el arroz.

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