domingo, 6 de enero de 2019

La Cotilla se pasa siete pueblos.

Tengo la casa llena de zapatos desparejados y los he colocado por todos los rincones, así los Reyes Magos no tendrán excusa si luego no me traen nada.

De madrugada he escuchado ruiditos que me han desvelado. Entonces me he puesto muy nerviosa y he cerrado los ojos con fuerza, disimulando un sueño que no tenía pero no era cuestión de que sus Majestades se diesen cuenta de que estaba desvelada y se fueran enfadados sin dejarme nada por no cumplir las normas que exigen que, cuando llegan ellos, hay que estar bien dormido.

 En cuanto ha empezado a despuntar el día, el saltado de la cama en busca de mis regalos... pero no he encontrado nada. Solo zapatos solitarios, frustrado por la larga e infructuosa espera. Me acerqué al acuario de la sirena, arrastrando la moral por los suelos y quedé si habla al ver, en el aparador, un pequeño paquete con un nombre escrito: Pascualita.

En aquel momento, la intuición me dijo que Pepe no iba a ser menos. Y, efectivamente, junto a la cabeza jibarizada había un paquetito con un nombre: Pepe. - ¡Maldita sea! ¿Por qué ellos sí y yo no? ¿Por qué? ¡¡¡¿POR QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉE?!!!

Mi grito desgarrador retumbo de pared en pared, salió hacia el rellano de la escalera, la subió y acabó en el terrado de la finca esparciendo sonidos desesperados por toda la ciudad.

Cinco minutos después me llamó la abuela. - "Nena ¿eres tú la que has gritado?" - ¡Sí! Los Reyes no me han dejado nada. Pero sí a Pepe y Pascualita... ¡buaaaaaaaaaaaaa! - "Me extraña porque les escribí una carta pidiendo, también, cosas para ti... ? ¿Has mirado bien por todo? - ¡Siiiiiiiiiii! Es que me he despertado cuando ellos trasteaban en casa ¡buaaaaaaaaaaaaaaaaa!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿a qué vienen esos llantos, boba de Coria? - Expliqué de nuevo el episodio y la vecina se echó a reir con risa fresca y cascabelera. - ¡Tus regalos los he vendido! Ya se han acabado las fiestas y el paripé. Y yo tengo que conseguir llegar al final de la cuesta de enero y con mi pensión... - ¡¡¡¿Que me ha robado A MIIIIIIII?!!!

Sería por la expresión de mi cara. Por las llamaradas que salían de mis ojos. Por la mala uva que se me estaba poniendo... El caso es que la Cotilla trastabilló y a punto estuvo de dar con sus huesos contra el suelo. Sin ningún miramiento cogí a la sirena y la dejé caer dentro del jersey de la vecina que gritó al notar la frialdad del cuerpecillo. Entonces Pascualita, temiendo caerse, se agarró con dientes y uñas, a la espalda de la Cotilla ¡Y entonces fue cuando gritó a gusto!



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