domingo, 27 de enero de 2019

El vendaval.

Estaba en la cocina desayunando cuando algo se ha estrellado contra mi cara. - ¡Menudo bofetón! (grité) - ¿Quién había sido? Estaba sola con Pascualita y Pepe... Miré a la sirena, sentada sobre el frutero y agarrada como una posesa, a un plátano. ¿Y Pepe? ¡No estaba en su repisa!

Busqué por el suelo y apareció cerca de la puerta de la despensa. - ¿Qué haces aquí? ¿De repente te han crecido patitas? - Pensé, aunque descarté la idea, que fue él quien me pegó el tortazo pero ¿con qué manos? - ¿Has sido tu, jivarizado? - Por toda respuesta, la cabeza rodó hasta ponerse bajo mi silla. - ¿Qué me quieres decir con ésto? ... - La cabeza se bamboleó de arriba abajo. - ¡Has sido tú, mosquita muerta! - Claro que había sido la cabeza impulsada por el viento que entró en ráfaga al abrirse de repente, la ventana de la cocina. Y cabreada, le di tal patada que la devolví a su estante.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! ¡Vaya torta que te han dado! ¿quién ha sido? - ¡Pepe! - ¿Lo conozco? - Claro, es el llavero. El viento ha abierto de golpe la ventana y me lo ha tirado a la cara. - ¡El súper héroe jivarizado ataca de nuevo! jajajajajajaja ¡que guay! - Cotilla, deje de hacer el indio que ya no tiene edad para éstas cosas. - Para éstas y muchas más, tengo la edad perfecta porque, hace ya tiempo que perdí la vergüenza y me lo permito todo ¡Y verás cuando le diga a tu abuela que has especulado con su edad. Ya sabes que nos llevamos unas pocas horas. Tragué saliva.

Después de trasegar unas cuantas copas de chinchón, la Cotilla se marchó a seguir con sus trapicheos. Entonces fue Pascualita quien fue lanzada contra mi por el viento que arrancaba árboles y tiraba macetas. No había cerrado bien la ventana y se abrió de par en par.

También la sirena se estampó en mi cara. Y acto seguido, llegó la abuela. - "¡Que vendaval! Ha desgajado toda una rama del árbol de la calle. Y ¿sabes lo más gracioso? Que le ha caído a Bedulio en la cabeza" - Salté como un resorte. - "No corras que ya se lo ha llevado la ambulancia".

Un nuevo golpe de viento empujó una rama contra los cristales de la ventana y los rompió. Pascualita volaba por la casa como una supermana primeriza e iba chocando contra todo lo que se le ponía por delante. La siguiente vez que se estrelló contra mi cara, cerró la boca en mi nariz, usándola como ancla la muy jodida... Ahora, después de beberme casi una botella de chinchón para paliar el dolor, la nariz ocupa toda mi cara y soy incapáz de sonarme con un simple kleenex.

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