jueves, 10 de enero de 2019

La alegría de Andresito le pierde.

No me quedó más remedio que llama a la abuela. - ¡Ven cagando leches que a Andresito le ha dado un telele! - "¿Qué le has hecho?" - ¡Nada! - "Piensa que es un refugiado político y si no lo tratas bien te la vas a cargar" - ¡Guárdalo tú que eres su mujer! - "Eso es otra cosa"

¡Ahora la culpa será mía!. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! Anda, pero si está aquí Andresito... ¿Qué le pasa? - ¡Yo qué sé! - Balbucea algo... ¿Qué dice? - Parece que dice Elo. - Pues sí... Debe ser un idioma extranjero porque como es rico habrá estudiado... Me suena a cosaco. - ¿Qué sabrá usted? - ¡Oye, guapa, que he visto varias veces la película de Miguel Strogoff, el correo del Zar y algo se me pegó.

Una pitada de cláxon potente y contínua, llegó desde la calle, y la que poco después se sumó el concierto de pitos de los chóferes cabreados por el mal aparcamiento del rolls royce de los abuelitos. - ¡Ya está aquí la abuela!

Entró seguida de Geoooorge. Se acercó a su marido que seguía con su letanía. - "¿Qué dice?" - ¡Tu sabrás que lo conoces más! - La Cotilla insistió en su teoría: - Habla cosaco. - "O swagili" - O esquimal. - O estar poseído por demonio (dijo el mayordomo mientras se tomaba una taza de te que se acababa de preparar)

- "¿Cómo ha sido la cosa?" - El quería escuchar las noticias de Andalucía... - "¡Será...!" - pero no le he dejado. Después ha querido brindar con champañ y tampoco lo he dejado. Así hemos estado un rato en el tira y afloja hasta que, nervioso perdido, se ha fumado un porro. - "¿Andresito?" - Pues sí y ha empezado a gritar: ¡Vuelve el abuElo y os dará para el pElo! y saltaba como un poseso. No me ha quedado más remedio que dejarlo KO a base de chinchón. Mientras bebía no hablaba.

- "¡¡¡Eso es lo que grita el muy jodío!!!" - Y sin pensarlo dos veces, la abuela fue en busca de Pascualita que estaba atenta al escándalo y se la tiró al abuelito mientras la Cotilla estaba en el baño y Geoooorge en la cocina.

Ahora hay silencio en casa: la abuela y el inglés han vuelto a la Torre del Paseo Marítimo y la Cotilla a sus trapicheos. Sentada en la salita contemplo al abuelito que duerme un sueño, profundo y etílico. Me pregunto qué dirá mañana cuando despierte y vea que no puede cruzar las piernas porque tiene toda la zona blanda de la entrepierna tan hinchada como un globo terráqueo de los caros. ¡La abuela sabía dónde tiraba a la sirena, la muy jodía, para no tener que llevárselo con ella!

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