jueves, 28 de marzo de 2019

Caldereta de langosta a la menorquina.

La abuela ha llamado al interfono. - "Baja y ayudarme a subir bolsas" - Espera que se lo digo a Geooorge. Al fin y al cabo es tu mayordomo. - "¡Te lo estoy diciendo a tí. ¡Baja de una puñetera vez!" - Bajé. Que remedio, pero lo hice remugando por lo que consideré un abuso de poder.

Cuando vi lo que llevaba en las bolsas, cerré la boca y empecé a salivar: los avíos para hacer una fantástica caldereta de langosta a la menorquina.

En la cocina comenté: - ¿Por qué no has querido que te ayudara el inglés? - "Lo tengo castigado y a Andresito también. Así que hoy no comerán langosta" - ¡Que crueldad, abuela!...aunque así habrá más para nosotras. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! - ¡Oh, nooooo! ¿Has avisado a la Cotilla? - "¡Dios me libre!" - Pues le ha vuelto a funcionar el radar que tiene en el cerebro.

En cuando el olorcito del guiso empezó a expandirse por la casa, el abuelito y el inglés se acercaron, raudos, a la cocina - ¡Madre mía, huéle a gloria! - ¡Oh, my Good! Rico, rico. - "Aspirad bien el olor porque será lo único que cataréis" - ¿Pooooor...? - "Porque os comportáis como cabestros entre vosotros"

Un rato después los escuchamos discutir acaloradamente: - "¿Os dáis cuenta? ¿Cómo se van a arreglar las cosas si no dialogan, ceden, se comprenden...? ¡Nada, que he dicho que no comen y no comen!"

Nosotras nos pusimos como el Quico. ¡Que cosa más rica! Nos chupeteamos los dedos para no perder ni una gota del caldito. Cuando fue evidente que estábamos a punto de estallar fuimos a la salita, a bajar la comida con unos chinchones y dormir una reparadora siesta.

Dejamos la cazuela de barro sobre los fogones con la ilusión de comernos las sobras para cenar.

Cuando, horas más tarde, destapamos la cazuela ¡estaba vacía! La abuela montó en cólera y embistió a los dos hombres como un toro de Miura cabreado. Insultó, despreció, puso a parir y cuando ellos consiguieron meter baza, juraron por sus muertos que no habían cogido NADA DE NADA. Entonces les tiró la cazuela a la cabeza, menos mal que no les dio porque todavía estaría recogiendo sangre del suelo y no tengo ganas de fregar.

Cuando el escándalo se calmó me acerqué al acuario. Pascualita estaría histérica de oir gritar a la abuela pero... no. Flotaba tranquila entre dos aguas. Un agua, por cierto, con rastros de aceite en la superficie... Entonces tuve un pálpito y me entretuve buscando pistas. Encontré pequeños trozos de caparazón de ¡langosta! camuflados entre las algas junto al barco hundido. Y grité: - ¡¡¡Abuelaaaaaaaaaa, ha sido Pasc... esteeee... Mariano. - La Cotilla saltó rápida: - ¡¡¡Lo sabía. Ha sido Pascual!!! ¡Andresito, di algo! ¡¡¡El amante de tu mujer te ha dejado sin calderetaaaaaaaaaaaaaaa!!!


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