sábado, 16 de marzo de 2019

Otro "taxista" fuera de combate.

Como no puede hablar, la Cotilla no sale de casa, ¡de la mía se entiende! O sea, que me ha tocado la lotería. Y, encima, tengo que sacar yo a Pascualita a pasear porque la abuela será todo lo amiga suya que quiera, y la quiere muchísimo, muchísimo, pero molestarse por la medio sardina es harina de otro costal.

Así que todos los días me "condecoro" con el termo de los chinos, meto a Pascualita dentro y nos vamos a hacer kilómetros por Palma. La Cotilla a penas se entera de si entro o salgo porque, después del desayuno, se planta frente al televisor y no aparta los ojos de la pantalla, den lo que den, hasta que su estómago le avisa: ¡a comer! entonces abrimos una lata de lo que sea. O voy al comedor social a buscar comida. Acabamos de comer haciendo honores a la botella de chinchón y a la siesta. Luego la Cotilla abre de nuevo sus ojos de búho y ya no se despega del sofá.

A la abuela le recrimino todos los días, lo mal que se porta con la sirena y hoy, por fin, ha mandado a Geooorge a que la pasee, conmigo, claro.

El pobre inglés tiene mala cara a costa del dichoso Brexit. No sabe a qué carta quedarse. - ¿Tú pedir que yo pasearte? - Si... -  ¿Por qué? ¿Tú ser coja? - No... - Yo ser mayordomo. - Pero ¿mayordomo europeo e inglés o solo mayordomo inglés? ¡No es lo mismo! jejejejejejeje (¡Cómo disfruto picándolo! pero el pobre, que tiene la moral por los suelos, se ha puesto a hacer pucheros y me he rendido... ¡para no partirme de risa!

He subido al rolls royce, con el termo de los chinos al cuello, dispuesta a disfrutar del viaje. - ¿Por qué llevar chorrada al cuello? - ¿Te refieres al termo, Geooooorge? - Yes. - Porque es sábado. - ¿Y? -
Y nada. - Estar mal de azotea. - A palabras incoherentes, trompas de Eustaquio en estado cataléptico, inglés ¡anda, tira p'alante!

El viaje a durado tres horas y Geooorge ha acabado con los nervios tan tensos como cuerdas de violín. No he parado de darle órdenes contradictorias: - ¡Ves por allí, ahora por acá. Por el otro lado. Baja al Paseo Marítimo. Sube al Castillo de Bellver. Baja otra vez al Marítimo. A la playa.
Al aeropuerto. Al Puerto...

Cuando el sudor empapó el cuello de su camisa le ofrecí, amablemente, que bebiera del termo de los chinos mientras esperaba, impaciente, verlo con los labios como morcillas. Pero no ocurrió así porque el muy finolis no bebe nunca a morro, si no que ¡se echó el agua por la cabeza!

Ahora no quiere salir del coche. Llevamos una hora aparcados en la parada del autobús y me duelen los oídos de tanto como nos pitan. - No poder... ir a casa de... madame... - Pascualita le ha dejado la cabeza monda y lironda, en dos segundos y ahora, después de la faena, duerme plácidamente en mi bolso.

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