martes, 12 de marzo de 2019

¡Por fin!

Bajo la estatua del rey Jaime I el Conquistador de la plaza de España, estaba Bedulio dando de comer a las palomas.

Llegué hasta él como un tsunami cualquiera y le solté: - ¡Ya que no haces nada ayúdame a buscar gente a la que le haya picado el bicho del día de la Manifestación! - Se llevó tal susto que lanzó al aire la bolsa de cañamones y las palomas volaron tras ellos pensando que era un nuevo método de alimentación

- ¡La madre que te parió! Estoy siguiendo una terapia para mis ¡NERVIOS! que tengo alterados desde que os conozco. ¡¡¡Y estoy de baja laboral!!!

Unos compañeros suyos que rondaban por allí, se acercaron, muy serios, porra en mano, diciendo: - Circule, por favor. Circule. - Vale, ya me voy pero ¿pueden informarme sobre las personas a las que les haya crecido, exageradamente, alguna parte del cuerpo? - Creo que hay un hombre en la Rambla... Tiene una nalga tan desproporcionada que la va arrastrando. - ¡Gracias! - Me volví a mirar a Bedulio que parecía encogido y dije: - Vamos, abuelito, a ver si lo encontramos. - El grito del Municipal, seguido de un sollozo, me dijo que había dado en el clavo. Sus compañeros corrieron a calmarlo. - ¿Qué pasa? - ¡Está hablando con el ánima de su primer abuelitoooooo!

En la Rambla pregunté al kiosquero y me dio la dirección del hombre de la nalga. Antes de llegar a su casa le vi venir caminando con dificultad. Tiraba del armazón del carrito de la compra y llevaba la nalga apoyada en él para no arrastrarla. - Hola: ¿tiene idea de dónde puede estar el bicho que le mordió "ahi"? - ¡¿Cómo sabe que me ha mordido cuando en los periódicos pusieron que me había picado?! - Pues por qué... ¡se me acaba de ocurrir! ¿Sabe dónde fue a parar el bicho o no? - ¡Espero que esté lo más lejos posible de mi! - Le dí un palmadita, cariñosa, en la nalga cuando me despedí: - ¡¡¡Adios, culillo!!!

¿Dónde demonios estaría la dichosa sirena?

Caminé por las calles de Palma en busca de nuevas "víctimas" de Pascualita. Un hombre con una mejilla enorme se cruzó en mi camino.  Apenas veía a causa de la hinchazón. Iba hablando solo y me puse a su lado para enterarme de lo que decía.

Una baba espesa le salía por la comisura de los labios y murmuraba: - Con ajos y perejil estará buena... y un vasito de vino... ¿O la hago a la plancha? con mahonesa... pero no de bote. ¿Tendrá espinas?... - ¡Quieto ahí, salvaje! (grité) - Del susto se tragó su propia saliva de golpe y tosió como un condenado mientras temblaba como una hoja en la tormenta. - ¿Quién es?... - ¡¡¡SU MADRE!!! - ¿Mamá...? - La tuya no, imbécil. Dime dónde está el bicho o te muerdo yo?

El hombre se desmayó. Al caer al suelo vi un ligero movimiento en su pantalón y poco a poco, de uno de los bolsillos, apareció el pelo-alga de ¡¡¡PASCUALITA!!!


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