viernes, 8 de marzo de 2019

De manifestación feminista.

El teléfono ha sonado ésta noche y me ha parecido que solo había dormido cinco minutos. Como sabía que no era ningún admirador, lo paré. Pero antes de que volviera a dormirme, sonó de nuevo. A punto estuve de tirarlo por la ventana, menos mal que recordé que estaba cerrada y me iba a salir más caro reponer el cristal que contestar :

- ¿Di... gaaaa? - " Nena ¿ya cabe Pascualita en el termo de los chinos?" - ¿Eh... ? - "¿No me digas que dormías? ¡Pero si es temprano!" - Lo sé... aún no han puesto las calles... - "Bueno ¿qué me dices?" - ¿Qué de ... qué? Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzz - "¡Andresito, la nena me ha dejado con la palabra en la boca y se ha dormido! ¡¡¡Dile algo!!!"

No pude dormir hasta que contesté a su primera pregunta: - ¡NO CABE! - "Está visto que no se puede confiar en ti. Tengo que ir a la Manifestación Feminista con ella" - ¿Por qué? Solo es un bicho. - "Suerte tienes de que no estás a mi lado ¡mal hablada!"

Al despertarme he recordado éste episodio y he sometido a Pascualita a un exahustivo entrenamiento que a mi me ha dejado para el arrastre. Y la sirena siguió teniendo un meloncito por barriga.

Esta tarde la abuela ha venido a buscarla. La ha sacado del acuario, la ha secado y colocado un pañuelito morado en el cuello - "¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyy, pero que guapísima estás!" - Jopé, abuela, te has pasado con el chinchón de la sobremesa. - ¡¡¡ZASCA!!! - Cuando me quejé del maltrato recibido, me dijo: - "Ven que te daré el otro pescozón que te mereces."

Salimos camino de la Plaza de España, lugar de concentración de la manifestación. Había un gentío, con banderas, batucadas, pancartas reivindicativas, pitos, consignas y alegría. ¡Qué más podía pedir la abuela? Estaba en su salsa.

A todo esto, Pascualita, asomada a una antigua lechera de aluminio que la abuela se agenció de Dios sabe dónde y que llevaba colgada del brazo como si fuera una cesta. Yo estaba en un ¡ay!
Pasaba una penada pensando que, si la sirena saltaba sería pisoteada por miles de pies. No quedaría ni su sombra en el asfalto... Pero la que cayó fui yo por estar pensando en las musarañas. Y, efectivamente, fui pisoteada por miles de pies como si fuese una alfombra cualquiera.

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