lunes, 25 de marzo de 2019

Embajada extranjera.



Sobre las cuatro de la madrugada ha sonado el teléfono. Era la abuela: - "Acabamos de llegar de El Funeral... ¡hip!...  Andresito quiere que te... ¡hip!... pida asilo familiar. Te... ¡hip! ... lo mando."

Me desperté de golpe. - ¡¿Cómo que me lo mandas?! ¡¡¡NI HABLAR DEL PELUQUÍN!!! - "Pues... ¡hip!... ya va de camino... ¡Ah,... se me olvidaba. Pre... ¡hip!... para dossssss camas jijijiijiji" - La última frase de la abuela tardé un poco en comprenderla. - ¿Perdón...?

Para cuando entró en mi cerebro, la abuela ya había colgado. La llamé inmediatamente pero la única contestación que obtuve fue: - "Ha llamado... al teléfono... ¡hip!... equivocado" - La somnolienta voz de la abuela fue quien me contestó pero se hizo la loca haciéndose pasar por un contestador automático ¡y me colgó de nuevo!

Poco después llamaron a la puerta. Intrigada por lo de las dos camas, corrí a abrir. En el rellano estaban Andresito y Geooorge, ambos con cara de pocos amigos y como si no se vieran. - Hola, nena. Vengo a que me acojas porque no puedo estar ni un minuto más al lado de "éste" (señaló a su mayordomo con la cabeza haciendo un gesto despectivo) - Y sin más, pasó por mi lado y se fue derechito a la antigua habitación de la abuela.

A continuación quién abrió la boca fue Geoooorge: - Mi pedir asilo político for mi. - ¡Ostras! ¿Por qué? - Yo no poder estar con "ese" (señaló con la barbilla al abuelito) - Pues tendrás que dormir con él. Solo tengo dos cuartos. - A regañadientes, dijo: - Well, pero yo no mirar a él.

Así que mi casa se convirtió en una Embajada extrajera (o algo así) cuando los dos hombres se encerraron en la misma habitación, compartieron la misma cama ¡pero no se miraron!

Me costó lo mío dormir otra vez. No sabía la razón de por la que pedían asilo éstos dos. Y, por otra parte, no sabía si se iban a liar a guantazos o no. La solución me la dieron al día siguiente cuando, al entrar en la cocina a desayunar vi que Geoooorge había preparado desayuno para dos: él y yo. Y el abuelito me pedía que yo le preparara el suyo.

- ¿A qué viene tanto cuento? - Señalándose, mutuamente con el dedo, dijeron: -  ¡¡¡Me ha ofendido!!! - Y se pusieron a desayunar. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Vaya, ésto parece la Plaza de España en hora punta! ¿Qué pasa? - Tontería de hombres. Vamos, la invito a desayunar en el comedor social.

Al salir vi a Pascualita, entre las algas del acuario, prestando atención a los gritos que salían de la cocina. Y pensé: - Si se ponen tontos ¡ataca!. - Lo último que les escuché gritar fue algo así: - ¡¡¡...HASTA LAS NARICES DEL BREXIT!!!

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