viernes, 5 de abril de 2019

A Pascualita le gustan las morenas.




Me llevaré a Pascualita a un gran acuario y veré su reaccione ante tanto congénere. Es posible que entre ellos haya alguno que le haga tilín

Para éstas cosas siempre es mejor que la abuela venga conmigo porque, si pasa algo, ella tiene la cara más dura que la mía y no se corta a la hora de dar explicaciones.

Entramos en el acuario y ¡tuve que pagar mi entrada a pesar de ser nieta de millonarios! Cuando le afeé el detalle la abuela me dijo: - "Me lo enseñó Andresito. ¿Por qué crees que son ricos?"

Empezamos a pasearnos por las salas y destapé el termo de los chinos para que la sirena fuera viendo el paisaje y el "paisanaje". Los reptiles no le dieron ni frío ni calor. Sin embargo, al llegar al lugar donde estaban las iguanas, dio un respingo y las estuvo observando un buen rato porque, cada vez que yo intentaba continuar la visita, ella sacaba los dientes de tiburón a pasear.

Cuando me dio "permiso" continuamos la marcha entre el cachondeo de la abuela: - "Ya he visto como la dominas jajajajajajaja" - Los tiburones no la impresionaron, ni los delfines, ni los demás peces grandes, tampoco. Y cuando ya pensábamos que no había sido buena idea traerla porque parecía aburrirse como una ostra, salió disparada y se estrelló contra el cristal del acuario.

- ¡¡¡Pascualita!!! - La medio sardina, después del golpe, se escurrió cristal abajo y quedó medio tarumba en el suelo. - "Este animalito cada vez se parece más a ti" - ¿A mi? - "Sí, porque no es más tonta porque no se entrena. Y al paso que va tampoco ella me dará un bisnieto, aunque sea acuático"

Iba a protestar enérgicamente cuando me pareció que alguien me miraba. Levanté la cabeza mientras metía a Pascualita en mi bolso porque se acercaba gente. Frente a mi, se alzaba una enorme morena, con la boca abierta, amenazadora. ¡Menos mal que estaba al otro lado del cristal!

Un grito muy agudo salió de mi garganta y me eché hacia atrás. - "¡Ya estás dándo el espectáculo!" - ¡Me quiere comer! - "A tí, no. A Pascualita" - Efectivamente, la morena estaba pendiente de mi bolso.

Volvimos a quedarnos solas y saqué a la sirena que, sin pensárselo dos veces, saltó de nuevo contra el cristal. La morena se metió en una de las cuevas submarinas.

Nos era imposible sujetar a Pascualita que atacaba, una y otra vez. Al final tuvimos que irnos de allí a pesar de su oposición.

Todo el camino estuvo lanzando mordiscos a distro y siniestro. Menos mal que tuve la precaución de coger el guante de acero y gracias a eso, no me quedé sin dedos. - "Ahora mismo vamos al mercado a comprar una morena fresca"

Nos costó trabajo encontrar una. La abuela tiró de euros y se hizo el milagro. - ¡¿Y a mi no has podido comprarme la entrada?! - "Son cosas distintas, boba de Coria. Lo de Pascualita es amor" - Y se quedó tan pancha.

Al llegar a casa metí a la sirena en su acuario y acto seguido, a la morena. Y mientras la abuela servía dos copas de chinchón y yo corría a por la cámara de fotos para inmortalizar el acto acuático-amoroso de la sirena y la morena (supuse que másculino), Pascualita... ¡se la comió!

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