jueves, 25 de abril de 2019

El jerseicito.



He salido al balcón a ver si Bedulio pasaba por aquí para meterme con él. Pero me he quedado prendada de lo que he visto. Entre dos barrotes, una pequeña araña tejía su tela. Me ha faltado el canto de un duro para correr a por la escoba y cargármela pero he tenido un punto, muy pequeño, de lucidez y en lugar de eso, me parado a verla trabajar.

¡Una artista la arañita! Así que, en lugar de coger la escoba, he cogido a Pascualita, nos hemos sentado en el suelo del balcón a mirar a la pequeña proletaria. Era pura precisión el trabajo que hacía. 

Quizás acababa de emanciparse de su familia y preparaba su casa y su trampa para agenciarse comida fresca. - ¿Qué te parece, Pascualita? ¿Hay bichos así en tu hábitat? - Sus redondos ojos de pez me miraron fijamente, después hizo un sutil movimiento de hombros como diciendo. - ¡Pues claro, pardilla!

Nos quedamos hasta que la araña dio por terminado su trabajo, después se colgó de uno de los hilos y ahí se quedó, esperando a su víctima. Inmediatamente sentí un fuerte deseo de no ser menos que el pequeño ser que se había instalado, sin permiso, en mi balcón. Y corrí hasta la tienda de los chinos, del señor Li, a comprar agujas de tricotar y lana. - Te haré un jersey, Pascualita, porque, con la edad que tienes, ya no estás como para ir enseñando tetas todo el día. Se puede ser liberal pero, hija, un poquito de recato que no estás en tu casa.

Pascualita es pequeña, del tamaño de una sardina en aceite. Y pensé que su jersey estaría listo en un plis plás... ¡Je! ¡Que va!. Ya he perdido la cuenta de las veces que lo he desecho y rehecho. La lana ha perdido el color brillante que tenía al comprarla. - ¡Jopé, Pascualita, mejor te doy cinco euros y te lo compras tú! Además ¿para qué quieres un jersey si estás todo el día en remojo? - La sirena volvió a mirarme , esta vez con cara de autosuficiencia. - ¡Sí, ya sé que me he ofrecido a hacértelo pero, como no me entiendes... Mira, aquí se quedan la lana y las agujas ¡Anda y que les den!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! ¿Qué hay de comer? - Un sí señor y un calle usted. - Menos guasa, boba de Coria. - Hay una lata de fabada que caducó ayer. - ¡Me apunto!

Después de la siesta la Cotilla salió al balcón. - ¡Nenaaaaa, me llevo lo que tienes aquí! - ¿Las agujas y la lana? Vale. - No. Un jersey chiquitín ¡que mono! Me lo quitarán de las manos a la hora de trapichear. - Cuando reaccioné la Cotilla ya había doblado la esquina.... Miré a la arañita. Estaba envolviendo con su hilo a su primera mosca... 

Me tomé unos chinchones porque se cruzó por mi cabeza una idea... ¿Quién tricotó el pequeño jersey?... Yo no... ¡Aaaayyyyy, Señor!...


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