domingo, 28 de abril de 2019

¡He votado!

De punta en rosa se han presentado los abuelitos en su colegio electoral, al que también me han hecho acudir para que viera la expectación que levantan por allí donde van.

El termo de los chinos había sido forrado de satén rosa. Y la media sardina también vestía de ese color ¡Hasta sus pelo-algas fueron teñidos de rosa! Esto solo lo sabiamos la abuela y yo. El abuelito llevaba calcetines, zapatos, camisa y corbata, rosa por supuesto.

El pobre no estaba cómodo con esa ropa. - Tendría que vestir de azul... ¿Qué van a decir mis compañeros de partido? - "Si me gustas a mi, a los demás que les vayan dando"

Después de votar vinimos a mi colegio electoral. Me acompañaron con el rolls royce porque la abuela no quería perderse las caras de admiración y envidia cochina, de sus antiguas vecinas.

Había una larga cola de gente, papeletas en mano y la abuela se paseo entre ella para que pudieran admirarla. Deseosa de que Pascualita disfrutara también de la fiesta de la Democracia, abrió el tapón del termo de los chinos y dejó que la sirena fisgara y aprendiera por si algún día vuelve a su hábitat en el fondo de los mares.

Fue un desfile triunfal. Los hombre mayores no se cansaban de piropearla, ni ella de escucharlos. Y para todos tenía unas palabras amables: - "¿Qué tal está tu próstata, Cosme?. He visto a tu mujer, Emilio y está mústia ¡Hay que regar ese jardín, vejestorio!..."

Se paró junto a la mesa de las papeletas para dar su opinión sobre si había muchas para la hora que era, o ¡que pocas quedan para la hora que es!

Ese debió ser el momento que eligió Pascualita para saltar del termo y darse el piro. Más tarde descubrí que ya no estaba y me tocó recorrer los pasillos varias veces, mirando al suelo y dándome contra todo lo que me cruzaba. Tampoco la encontré las aulas donde se votaba. Estaba fuera de mi. Un municipal se acercó, solícito, pero, al reconocerme como "la amiga de Bedulio" dio media vuelta y desapareció de mi vista.

La mesa llevaba un tiempo sin votantes cuando el Presidente, harto de verme entrar y salir con las papeletas en la mano, me gritó: - ¡Anímese, mujer, que la urna no muerde! - Salí corriendo. Me di de bruces con la cortina de una cabina y aproveché para mirar dentro ¡Allí estaba la sirena!. La metí en mi escote y regresé a la mesa. Me incliné para dar mi DNI y Pascualita salió disparada. Cayó, reptó  sobre las listas de votantes hasta caer en los pantalones de los hombres que formaban la mesa. Y hasta que no mordió las partes blandas de cada uno no paró en su ataque.

 Los gritos desgarradores, lágrimas, mocos, babas, carreras cada vez más cortas. Las zonas blandas de los tres hombres se hincharon como globos aerostáticos. ¡Ese si que merece ser llamado HINCHAZÓN. ¡¡¡TRIPLE HINCHAZÓN!!

Arranqué a Pascualita de un tirón seco, la metí en mi escote y los dos sobres en sus correspondientes urnas. Los aullidos de los hombres no dejaron que se oyera pero yo dije: ¡He votado! y me fui, encantada de la vida, en busca de la abuela.





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