jueves, 11 de abril de 2019

¡Menudo lío!



He escuchado mucho chapoteo desde la cocina y he ido a ver qué hacía Pascualita. ¡Enseñaba a su muñeco, sustituto de un sireno, a dar saltos mortales en el acuario. La que siempre caía en el agua era ella, en cambio, el pobre muñeco daba siempre en los sitios duros y poco a poco se fue rompiendo.

Salí como una flecha a rescatarlo. - ¡Pascualita, estáte quieta jodía! - Pero siguio como quien oye llover así que lo agarré por las piernas y ... me quedé con ellas en las manos. - ¡Aaaaaaahg! ¿Mira lo que ha pasado por tu culpa? ¡Lo hemos descuartizado! ¿Y ahora, qué? ¡Pobrecillo!

Lejos de sentir arrepentimiento, la sirena pasó del tema y siguió con sus saltos mortales en solitario. - ¡Me tienes harta! Ahora tendré que fregar el suelo... Con lo amable que fue, pobre señor Li ¡Tendré que esconderlo para que no lo vea nadie. ¡Eres un monstruo!

Pascualita me escupió y se zambulló hasta esconderse entre las algas del fondo del acuario.

Había pasado un buen rato de éste episodio, cuando llamaron, insistentemente, a la puerta. - ¡¡¡Abre a la policía. Sé que estás aquí!!! - Apuré la copa de chinchón. Al abrir me di de cara con Bedulio y su compañero. - ¿Una copita?

Me apartaron con un empujón y entraron en mi casa. - ¡Buena la has liado ésta vez! ¿Dónde están los restos? - No han quedado. Me lo he comido todo porque estaba muy rico. - Blancos como la pared, apenas podían hablar. - No... será... verdad... (dijo el compañero) - De ésta... me creo... lo que.. sea... - Tenía pimientos y cebolletas en la nevera y he preparado un frito mallorquín. De haber sabido que vendríais os hubiese guardado un plato. - Cayeron a mis pies... desmayados.

Una hora después estaban en casa, además de los dos municipales, policías nacionales, guardia civil, los abuelitos, Geooorge y la Momia, que no quiso perderse el sarao, junto con sus cubanitos-culito-respingones. Y mientras el chinchón pasaba de mano en mano me fui enterando de lo que pasaba.

Al discutir a gritos con la sirena, una vecina lo escuchó, no la conversación sino retazos de ella porque tenía un oído en la tele y el otro en mi enfado. De todo ello dedujo que habíamos descuartizado al pobre señor Li. Como no tenía otra cosa mejor que hacer llamó a los municipales contando, espantada, su versión.

Los guardias también se montaron su película y creyeron estar ante una asesina antropófaga. Una vez recuperados del desmayo quisieron llevarme a la cárcel pero era tal la cantidad de vecinos acumulados en el descansillo, en la escalera y en la entrada de la calle porque todos querían ver los higadillos del señor Li, que no pudimos salir. Tanto los guardias como yo, tiramos de móviles y llamamos, yo a la abuela y ellos a los refuerzos.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué pasa? ¿Regaláis algos? ¡Yo también quiero! - ¿Habéis oído? (dijo un vecino) ¡que gentuza! La Cotilla también quiere un trozo del chino.

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