viernes, 5 de julio de 2019

A ver dónde meto a Pascualita...

La abuela me ha despertado para decirme que me enviaba un huésped. Era cuando todavía no habían puesto las calles y no me enteré de la misa la media. Así que esta mañana, cuando me disponía a cambiar a Pascualita de hábitat porque tenía que usar la olla exprés no sé para qué, he tenido un espasmo cerebral... vamos, que me ha parecido recordar que alguien me había dicho algo ésta noche. Y, haciendo un esfuerzo titánico, ¡he sudado a chorros! he deducido que sería la abuela.

- Geoooorge ¿aún eres europeo, angelico? Dile a la abuela que se ponga. - Madame dormir... Yo ser inglés y europeo... - ¡Jajajajajajajaja! No hay como hablar contigo para que me suba la moral. ¡¡¡ABUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

En cuanto le desatasqué los tímpanos al mayordomo, la abuela no tardó en ponerse al aparato. - "Sí, te mandaré un huésped" - ¿Por qué no se queda en tu casa? ¿No cabe? ¿Tan gordo está? - "Lo hago por dos razones: una porque está buenorro y tal vez te sirva para hacer el bisnieto. Y la otra es porque no me gusta tener gente extraña en casa."- ¡Ni a mi! - "Pero está lo del bisnieto. Al paso que vas se te pasará el arroz y acabarás muriendo como madre no inaugurada." - ¡Primero te toca a tí, guapa! (dije en un arrebato de cabreo.) - El tono amenazador de la abuela me avisó de que había entrado en terreno resbaladizo: - "¿Estás hablándome de EDADES, boba de Coria?" - ¡Noooooooooooooooo, que vaaaaaaa! Hablo de Ley de Vida. - "Eso tampoco va conmigo porque mi espíritu es de una niña de quince años, no como tu que pareces una vieja. El huésped, en media hora, estará en tu casa"

Mi primera preocupación fue esconder a Pascualita. Di vueltas como una loca, de habitación en habitación, sin encontrar un lugar idóneo hasta que se me iluminó la bombilla al recordar una frase: si quieres esconder algo, déjalo a la vista de todos.

Sonó el timbre de la puerta. Delante de mi estaba el tío más guapo que había visto en mi vida. Y frente a él estaba yo, con un delantal que representaba un traje de luces , ¡vestida de torero!

Cinco minutos después le estaba enseñando la casa. Al entrar en la cocina no se fijó ni en Pepe, que nos miraba sin ver desde su repisa, ni en los restos de cola cao esparcidos por las paredes, sino en las cerezas del frutero. Y antes de que yo pudiera impedirlo, metió la mano bajo los plátanos para coger un buen puñado de cerezas pero... ¡¡¡PASCUALITA LE ARREÓ UN MORDISCO QUE A PUNTO ESTUVO DE DEJARLO MANCO!!!

Ahora, después de beberse botella y media de chinchón, el huésped duerme una siesta reparadora... o se ha muerto, no lo tengo claro.


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