miércoles, 10 de julio de 2019

Si llaman a la puerta ¡no abriré!

He pasado toda la noche en vela. Mordiéndome las uñas, luego los pellejitos y después los dedos hasta hacerme una carnicería.

La abuela me matará, una y otra vez. De ésta no me escapo y vendrán a por la sirena, la encerrarán en un acuario de un lúgubre laboratorio donde la examinarán por dentro y por fuera. La cortarán a cachitos para ver de qué está hecha. De dónde procede. Qué clase de "personajes" son sus padres, etc. etc. etc. ¡Y todo por mi culpa!

Por que soy una envidiosa, egoísta. Una doña Sabelotodo que no sabe nada... ¡Pascualitaaaaa buaaaaaaaaaa!

La abuela entró en casa como un elefante en una cacharrería: "Con que te has salido con la tuya, boba de Coria. Y le has ido llorando al gilipichis de Andresito y ahora resulta que tu cámara es mucho mejor que la mía ¡que soy la rica de la familia!"

- Estoy muy arrepentida, abuela... ¡snif, snif, snif... buaaaaaaaaaaaaaaaa! - "No me impresionan tus lágrimas de cocodrilo. ¡A ver esa cámara!

La envidia brillaba en sus ojos cuando se la enseñé. - ¡Toma, no la quiero! (las escenas dramáticas se me dan bien) - "Quiero ver las fotos que ha hecho... menuda birria. No está hecha la miel para la boca del asno" - Aquello me ofendió. - No están tan mal... - "Están peor... ¡Mira, mira, mira! jajajajajajaja ¿Con ésto quiéres ganarme?" - A ver las tuyas. - "Ya las he mandado al concurso, cuyo plazo termina, exactamente dentro de ... dos segundos... tic... tac. ¡Ya!"

Al quedarme sola he erigido un altar a Santa Rita, patrona de los imposibles. Encendí todas las velas de la Cotilla que encontré en la despensa. - ¡Que nadie vea las fotos, porfi, porfi!

Pascualita ha dormido conmigo. Puse la olla exprés sobre la cama con la sirena dentro y me dormí como un lirón... La sirena dio unas cuantas vueltas antes encontrar la postura más adecuada. La olla se fue haciendo tan enorme que en ella cabía el Océano Atlántico. El agua era rosa chicle. De repente un huracán fortísimo derramó el Océano sobre mi cama y tuve que nadar y vencer al mar embravecido.

La enorme boca de la ballena se cerró sobre nosotros y sentí frío en los huesos. Abrí los ojos. Estaba mojada y tiritando, mientras Pascualita braceaba sobre la alfombra y se la cargaba a mordiscos.

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