miércoles, 3 de julio de 2019

¿Y ahora qué?

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Venimos a llevarnos el acuario... Ya podrías haberlo vaciado, boba de Coria.

"Vaciado" estaba porque, gracias a que me había avisado, saqué con anterioridad a Pascualita y, a falta de un sitio mejor, estaba en mi escote. De todas maneras, la Cotilla venía preparada para no partirse un hueso a la hora de quitar el agua, la arena, las algas, y el barco hundido. La acompañaban diez jubilados de ambos sexos, muy entusiastas pero que, a la hora de levantar el acuario, les sonaron todos los huesos a sonajas cascadas.

Empezaron las toses, las posturitas - ¡Aaaaayyyyy mi roñonaaaaaaada!. ¡La cadera, la caderaaaaaaaaa!. - Aquello fue un concierto para violín y orquesta. Un airado caballero, al verme repantingada en el sofá de la salita mirando el programa de la Esteban, dijo: - ¡¿Por qué no nos ayuda la jodía de tu nieta?! - Porque no es mi nieta. Si lo fuera, otro gallo cantaría.

- ¡Oye, chica, ayúdanos a llevar éste trasto hasta la bañera o lo vaciamos en el comedor. Tú verás!

Me sentí ofendida. Unos desconocidos me hacían las cuentas en MI casa ¡Manda narices! Cerré de un portazo y me acomodé, respirando lentamente, hasta conseguir la añorada paz de la que disfrutaba antes de que me invadiera la Tercera Edad.

Estaba alcanzando el Nirvana cuando escuché caer el agua. Pero lo que me espoleó a salir fue pisar agua en cuanto me puse de pie. - ¡¡¡COTILLAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

Salí hecha una furia. el jubilado airado, levantando el dedo índice en plan espada flamígera, dijo: ¡Los jubilados cumplimos nuestras promesas, jovencita!

De repente, toda aquella agresividad que estaba expandiéndose entre los hombres, quedó en nada. Pascualita, molesta por las apreturas del escote y por el calor que despedía mi cuerpo a causa del cabreo, empezó a  moverse como si le hubiesen dado cuerda. Y un ¡OOOOOOOOOOOOOOH! admirativo salió de aquellas bocas de dentaduras postizas,

El meneo de aquellas tetas, que ellos creían que yo hacía a voluntad, les dejó sin habla, y sin ningún otro pensamiento que no fuera aplaudir y admirarlas.

Hubo quejas por la parte femenina que tuvieron que concentrar sus esfuerzos en mover el acuario, ya vacío, y sacarlo al rellano de la escalera - ¡Pero lo bajaréis vosotros!

Lo hicieron, pero después de haber dejado el suelo del comedor niquelao con ayuda de escoba y fregona.

Y mientras a ellos los ojos les hacían chiribitas, yo sudaba tinta china por si a la sirena le daba por  morderme, con lo cual, a parte de sentir un gran dolor, tendría unas tetas tan descomunales que dudo que pudiera librarme de "mis Admiradores"

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