jueves, 11 de julio de 2019

Blas el parado, de mal en peor.

¡No puedo dormir por las noches pensando en la jugarreta que le he hecho a la pobre Pascualita!... Bueno, dormir, sí que duermo, como un ceporro pero queda bien dramatizar un poco.

El caso es que no me ha llamado nadie de la organización del Concurso de Fotografías... Habrán recibido tantas que hasta que lleguen a las mías pasará algún tiempo... digo yo. Mientras, me paso el día pensando en las aclaraciones que tendré que dar, cuando me pregunte el Jurado sobre el, o la, modelo, sin decir que se trata ¡del único ejemplar de sirena que existe en el mundo!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! - ¡Ostras, Cotilla, que susto me ha dado! - Mira a quién me he encontrado en la calle... ¡Tachán! a Blas el Parado. - Un hombre vino hacia mi con los brazos abiertos, me aprisionó entre ellos y a punto estuve de quedarme sin fuelle - ¡Quita, bicho! (y le di un empujón) ¿Dónde está Blas? (pregunté)

- ¡Foy, yo, nena! - Lo miré a distancia pero no lo reconocí. Al darse cuenta, su semblante se entristeció e hizo un puchero ¡estaba a punto de llorar! - ¡No, por favor! Me mojarás el suelo y ya he fregado ésta mañana (recogiendo el agua que ha tirado Pascualita, pero esto me lo he callado)

Sentados en la salita, tomando chinchón on the rock bien fresquito, Blas contó que su cara no parecía la misma de siempre porque no tenía ni un diente. - Ocurrió un día en que, cansado de vivir a salto de mata forque no me dan trabajo en ningún sitio for mi edad... Un compañero de fatigas me explicó que los españoles habíamos salvado bancos afortando nuestro dinero, en lugar de meter a los ineptos banqueros en la cárcel. ¡Nos lo deben! dijo.

Contesté que a mi no. Si no tengo un euro... - De algún sitio te lo han sacado a ti también. Mi colega estaba muy enfadado y foco a foco, yo también lo estuve. ¡Me habían quitado un dinero que no sabía qué tenía, ni dónde! Y tuve una idea genial. Fui al banco a fedir mis euros forque, como ya lo habíamos salvado, tenían que devolverlos.

En cuanto entré en el banco salió un tio a recibirme. Le expliqué el motivo de mi visita, que escuchó atentamente, después me fuso mirando hacia la puerta, la abrió y me dió tal empujón que mis dientes quedaron clavados en la acera. Dias después fasé a recogerlos pero no había ninguno. El pobre que trabaja en la esquina me dijo que unos perros se los comieron. - Vaya historia... ¿otro chinchón? - Menos mal que la Cotilla me ha ayudado. - ¿Ah, sí? - Mira que dentadura me ha regalado.

De la mochila que llevaba a la espalda, sacó una dentadura, entera, usada y con evidente falta de limpieza. - ¡Es de mi talla! (gritó, encantado) - ¿Cotilla?... - La vecina movió la mano como quitándose importancia y, con un hilo de voz, me dijo: - Mejor no preguntes...

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