domingo, 28 de julio de 2019

Jugar con fuego.

A la abuela le gustó tanto el vis a vis, que todos los días se presenta en la cárcel para repetir. Al final me llamó el Director. - La hago responsable de su abuela. - ¡¡¡ A mí. Ni hablar!!! - Ella es muy mayor. Su cabeza no rige como toca y usted es su familiar más cercana... - ¿Por qué yo?. Tiene a su suegra.

Hubo un silencio al otro lado del hilo telefónico. - ¿Oiga? - ... ¿Me está hablando de su suegra de usted, verdad? - No, señor. Soy soltera y sin novios a la vista. - ¿De la suegra de su abuela? ¿Está de guasa? - Yo no, pero ella siempre lo está con sus cubanitos culito-respingones. - ¿Y eso qué es? - Lo que su propio nombre indica. - Pero... ¿de qué edades estamos hablando? - Yo de ninguna. Este tema procuro no sacarlo a relucir NUNCA.

El hombre insistió varias veces pero de mi boca no salió ninguna fecha pretérita. Al final le recomendé que, lo mejor que podía hacer era preguntarle a la abuela. Y colgué el teléfono.

Al día siguiente, en las noticias locales, dijeron que el Director de la prisión había sufrido lesiones varias por lo que hubo que internarlo en una clínica. Por lo visto tenía la cabeza muy afectada porque, cuando le preguntaban quién le había atacado, decía: ¡La... abuela...!

Yo era la única que sabía que el pobre hombre tenía razón pero, como nunca me ha gustado meterme en líos, no fui a corroborar su versión y siguieron haciéndole pruebas en el cerebro.

Los abuelitos llegaron a su casa por la tarde y dos horas después pasaron a verme, camino de El Funeral. Se habían puesto de tiros largos ¡hasta pestañas postizas llevaba la abuela! - ¿Váis a celebrar la libertad? - También pero, sobre todo, homenajearemos a Casimiro Casiveo. Colgaremos su foto en la Pared de los Finados y después bailaremos tangos toda la noche. A él le encantaban y su mujer, la pobre, está feliz de poder cambiar, ¡por fin!, de pareja. Su marido era un zote bailando y toda la vida le pisó los pies. Así que tenemos muchas cosas que celebrar.

Me asomé al balcón con Pascualita, a verlos partir. Muy ceremonioso, Geoooorge, les esperaba con la puerta del rolls royce abierta, haciendo caso omiso a la sonora pitada que le dedicaban los conductores de los coches embotellados junto a la parada del bus que el inglés seguía usando como si fuera su aparcamiento particular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario