jueves, 2 de enero de 2020

Chocolate con churros.

Ultimamente Pascualita está neurasténica, o algo así porque, en cuanto ve un recipiente con líquido se lanza a él de cabeza.

Eso le pasó anoche, cuando todos: la abuela, Andresito, la Cotilla, Geooorge, el señor Li, incluso Bedulio, estábamos sentados a la mesa del comedor dispuestos a dar buena cuenta de un montón de churros con chocolate. El inglés fue el encargado de la cocina y yo de llenar las tazas.

Para que la sirena no se perdiera nada del Espíritu Navideño que todavía colea por casa, la coloqué en el broche prendido en mi jersey. Estuvo muy tranquilita hasta que destapé la olla de humeante, aromático y sabroso chocolate. Ni se lo pensó y se zambulló de cabeza.

Di un respingo, cogí el cazo y pesqué a la insensata que se estaba abrasando viva. - "¡¡¡NOOOOO!!!" - gritó la abuela. Los demás desviaron su atención, de los churros a la olla chocolatera. - ¡¿Qué pasa?! - preguntaron, inquietos. - Nada... (logré decir) ha caído un... moscardón aquí dentro.

Me llevé el cazo a todo correr a la cocina, le quité la capa de chocolate caliente a Pascualita y la embadurné con manteca de cerdo... ¿Por qué? ¡Y yo qué sé! Después la coloqué en el estante con Pepe, la cabeza jibarizada para que nadie la viera.

Entraron en tropel la abuela y la Cotilla. Cada una con su preocupación. La abuela, desencajada, me interrogó con la vista. La vecina traía la olla. - ¡Ahg, que asco!Voy a tirar ésto al wáter... - ¿Por qué? - Porque le ha caído un bicho, boba de Coria... ¿dónde está? - ¿Quién? - ¡El bicho, coñe! - Pues... lo he tirado por la ventana... algún pájaro del árbol de la calle se lo comerá.

- Si fueses más tonta no habrías nacido. ¿Y si es una especie única, o venenosa, o en peligro de extinción, o... - "¡Vale ya, Cotilla!"

No estaba dispuesta a tirar al váter dos litros de leche y tableta y media de chocolate. - ¡Hale, todo el mundo a comer que los churros se enfrían! - ¿A comer "¡ESTO!"?

Llevé la olla al comedor y poco después nos chupábamos los dedos, Cotilla incluída

Antes de irse, la abuela quiso ver a Pascualita mientras yo llenaba de agua caliente el fregadero. Se me olvidó decirle que la medio sardina iba untada de manteca... La cogió, se le escurrió y salió disparada como un cohete al agua jabonosa, dulce y caliente... Ni que decir tiene que tuve que hacerle el boca a boca al bicho... ¡Puaaaag!

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