sábado, 4 de enero de 2020

El árbol de la calle, triunfa.

 ¡Huuuuy, que estrés tengooooo! Llevo toda la mañana pensando qué poner en la Carta Real. Tiene que ser algo nuevo porque me he tirado, desde el parvulario hasta el año pasado, pidiendo una bicicleta y nada. Sola una vez encontré una junto al balcón. Ese día di tal salto que toqué el techo con la cabeza ¡No me lo podía creer! ¡Por fin habían leído mi carta.!... Pero la alegría dura poco en casa del pobre porque cuando ya me había subido en ella y caído cuatro veces desollándome las espinillas, llegó la Cotilla. - Llevo toda la noche buscándola. (Y se la llevó a pesar de mis protestas) - Es para el trapicheo.

Por eso he decidido pedir otras cosas... por ejemplo: un calientaleches. No sé para qué sirve pero me gusta el nombre. Eso es más de lo que podía decir las otras veces que me encontraba cualquier cosa: tela para un vestido ¡¿Por qué?! preguntaba a la abuela ¡Soy una niña, quiero juguetes!

O una pequeña cazuelita de barro con huevos fritos con chorizos, de azúcar... Y a mi no me gusta el dulce.

Creo que cuando los Reyes llegaba a mi casa ya iban "colocados" después de beber la de cosas que les deja la gente junto a los zapatos.

Así que, decidido, me pido un calientaleches. - ¿Qué te parece, Pascualita? - No me contesta pero, es normal, porque está echa un manojo de nervios desde que sabe que le pediré un acuario.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! No es cierto que hablas sola. ¿Dónde has escondido a Pascual?

Entonces me da la risa loca y no puedo parar: - ¡¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA...!!! - ¡¿Lo ves?! ¡Tengo razón! ¡¡¡PASCUAAAAAAL, SAL DE TU ESCONDITEEEEEE!!!

Me voy al balcón y la Cotilla me sigue dándome la vara: - ¿Para qué quieres un calientaleches? - Sigo riendo a mandíbula batiente: - ¡¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA...!!! - y me asomo a la barandilla para respirar una bocanada de aire fresco. La Cotilla, obcecada en su paranoia, entra en el balcón, choca contra mi talón y sale despedida para caer sentada en una de las ramas del árbol de la calle.

Tengo grabados una larga selección de cantos de pájaros, de gorriones hasta buitres. Pongo el sonido a toda pastilla y tiro unas luces de Navidad de la tienda de los chinos del señor Li que van a pilas, sobre el árbol. Poco después éste se convierte en el sitio más concurrido y fotografiado de Palma.

La Cotilla no deja de gritar pero no la oye nadie, en cambio su boca parece moverse al ritmo de los trinos, más o menos agudos, de los pájaros. Hasta Bedulio ha venido a ver el espectáculo y aplaude a rabiar..



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