miércoles, 29 de enero de 2020

Menuda mañana.

He pillado al abuelito metiendo mano a un bote de fabada que tenía abierto para comerlo hoy. ¿Desde cuando los fantasmas comen? - ¡Oye, que ésto es para mi! - Pero él siguió a lo suyo como si tal cosa. Metía el dedo en el bote y luego lo chupaba. Realmente, en el dedo no llevaba nada pero, así y todo ¡no e da la gana de que me manuseen la comida.

Acabé echándole una bronca a mi primer abuelito. - ¡Que asco tener que comer lo que has chupeteado! ¡Saca las manos de mi comida! - Pero era como hablarle a una pared. Sin embargo Pascualita sí que me entendió. Por lo menos se enfadó conmigo por gritarle a su nuevo amiguito del alma y sacó los dientes de tiburón a pasear.

Me dio tal ramalazo de rabia que, de un tirón, le quité el bote al abuelito. Aquello enervó más todavía a Pascualita que, apoyándose en su cola se lanzó contra mi con muy malas intenciones. Afortunadamente, me aparté y la sirena salió disparada hacia las ramas del árbol de la calle.

¡Menudo susto se llevó Pascualita! Tuve que darle chinchón para que volviera en sí. Las ramas del árbol están peladas y al no poder agarrarse a las hojas, estuvo a punto de caer y estamparse contra la acera cuando por allí pasaba un demonio grande y fornido; con cuernos de miura y un tridente aterrador.

Al verle se me pusieron los pelos de punta. Y más cuando le oí tararear: - Había una vez, un barquito chiquititoooooo, había una vez un barquito chiquitín... - El puñetero disimulaba su maldad cantando canciones infantiles. Entonces, para librarme de él, una vez salvada la sirena, la tiré a la cabeza del demonio que al verse atacado por una furia, pequeña pero matona, corrió, bufó, saltó, gritó, lloró y moqueó...


- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa.Cuanto gamberro hay en éste barrio, boba de Coria. Ya no respetan ni a los demonios, lo han dejado hecho un cristo... ¡Humm, fabada!








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