viernes, 31 de enero de 2020

¡Vaya dos pardalas!

Los abuelitos han pasado por casa cuando han salido de El Funeral a las horas brujas de la madrugada. El se ha quedado en el rolls royce porque, desde que el ánima del primer abuelito se ha hecho visible, prefiere mantenerse a distancia.

Pero la abuela sí que ha subido. Venía emperifollada pero con la cara convertida en una máscara terrible porque el maquillaje se le había corrido mientras disfrutaba de la juerga nocturna.

Para despertarme me ha metido a Pascualita, recién sacada del agua, dentro del camisón. Mi primer grito ha sido morrocotudo. Y, además le he añadido otro cuando he visto su cara. Esta vez han retumbado las paredes y la lámpara del techo se ha movido como si hubiera un terremoto cuando el vecino de arriba ha golpeado su suelo pidiendo ¡SILENCIOOOOOOO!

Toda ésta movida ha sido para decirme que mañana me espera en la Rambla, junto a la fuente, para ir a celebrar que Geooorge ya no será europeo ésta noche. Luego se ha ido.

Pascualita ha decidido dormir acurrucada contra mi cara. En cambio yo no he podido pensando que me morderá en cualquier momento.

Más tarde, mientras comía con la Cotilla, ha salido la conversación sobre el Brexit y he recordado el encargo de la abuela ¡Uf, menos mal! . Me hablaba del negocio que ha montado para vender a los ingleses de Mallorca, un certificado de residencia a los que no lo tengan. - Eso es oficial ¿De dónde los sacará? - Uno de los que trapichean conmigo hará fotocopias y se venderemos a 500 euros. - Eso es ilegal... - ¿Y? -  Ay, Cotilla...

Llamaron a la puerta. Era Bedulio y preguntaba por ella. - Pasa. Está en el comed... - ¡Ni loco!

A las cinco de la tarde estaba en el banco de la Rambla que está junto a la fuente. Al cuello llevaba el termo de los chinos con Pascualita dentro. El tiempo pasaba y la abuela no venía. Yo le hablaba a la Sirena: - ¿Me habré equivocado de día... o de hora? - Miré el banco de enfrente había una mujer... pero me deslumbraba el sol. La tercera o cuarta vez que miré, me pareció que era... ¡la abuela! Ni me había visto. Me levanté de un salto. El tapón del termo cayó al suelo y Pascualita hizo un espectacular salto mortal con triple tirabuzón, cayendo de cabeza a la fuente que está llena de... ¡agua dulce!


- ¡¡¡PASCUALITAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!! gritamos a la vez, la abuela y yo mientras nos tiramos dentro de la fuente para salvar a la medio sirena. Salimos chorreando, heladas y mientras Geoooorge, solícito, envolvía a la abuela en una confortable manta que llevaban en el rolls royce, yo tuve que hacerle, disimuladamente, el boca a boca ¡Puag! a Pascualita que, a punto, estuvo de irse al otro barrio.



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