viernes, 24 de enero de 2020

Pobre Bedulio.

He vigilado a Pascualita hasta ver como hace buenas migas con mi primer abuelito. ¡Se ven!. Y he llamado a la abuela.

- Geooooorge, pónme con mi abuela, plis. - Madame no estar. - Da igual. Que se ponga. - ¿Estar sorda? - ¡Que se ponga! - Imposible, boba de Coria. - ¡La madre que te parió, jodío! - (escuché a la abuela decir): "¿Qué quiere la pesada ésta?"

Cuando se me pasó el berrinche le conté lo de la amistad entre la sirena y el fantasma. - "¿Para eso me llamas? Déjales que se diviertan". - Y vaya si se divierten. Pascualita disfruta lanzándole buchitos de agua envenenada al abuelito. Y él se deja manosear, morder, mojar. En fin, todo lo que se le antoje a la medio sardina porque, siendo un ser espiritual, nada le afecta. Al principio ella se desconcertaba cuando, al morder, solo notaba un vacío. Un fantasma no tiene cuerpo. Después se ha ido habituando y se lo pasan pipa.

En el desayuno, en lugar de dos cola caos tengo que preparar tres porque el primer abuelito también salta dentro de la taza. Y las salpicaduras son de mentira. Nos pasamos el rato riendo como locos... pero como los vecinos solo me oyen a mi y saben que estoy sola, ya ha llamado dos veces a los loqueros.

El jefe de Bedulio me ha pedido que deje entrar a Bedulio en casa. El Psiquiatra quiere probar una terapia de choque para ver si se le quita el pánico que tiene. - Oiga, ¿de verdad viven fantasma con usted? (preguntó el jefe) - ¡Huuuy, sííííííííííí jajajajajaja Está la casa llenaaaaaa! jajajajajaja

Poco después llegaron el médico y el Municipal. Antes de eso yo había aleccionado a los nuevos amigos. - ¡Que no os vean o vendrán a fumigar la casa!

Pálido y tembloroso, Bedulio avanzó por el pasillo empujado por el médico. El pobre miraba por todo antes de dar un paso. Les pregunté si querían una copita de chinchón para distender el ambiente. - No pue...do. Tomo muchas... past... illlas. - ¿Y usted? (miré al psiquiatra de arriba abajo y al revés. No está mal, pensé. Parece un buen candidato para padre del bisnieto de la abuela)

Todo estaba saliendo bien hasta que llegamos a la salita donde les indiqué que estaríamos más tranquilos. - Siéntate, Bedulio - Le ofrecí mi sillón, sin mirar. Entonces el Municipal gritó como debió hacerlo Pepe mientras se lo comían los caníbales ¡y saltó por el balcón!

En la butaca, el primer abuelito y Pascualita bebían chinchón con cañita. Y Bedulio los vio.

Menos mal que cayó en una de las ramas bajas del árbol de la calle y poco después los bomberos lo bajaron de alli. Una ambulancia se lo llevó y antes de que cerraran las puertas, le oí gritar: - ¡¡¡SON DOS, SON DOOOOOOOOOOOS!!!

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