jueves, 9 de enero de 2020

Pobre Bedulio.

Bedulio ha traído la denuncia de la Cotilla a la abuela, por poner plantas carnívoras en el acuario. - La abuela no vive aquí... - ¿No querrás que vaya hasta el Paseo Marítimo...? - ¡Ah, a mi plín, yo duermo en Pikolín! (le solté) - ¡Jopé! que antigua eres, tía.

Abrí la boca para mentarle a sus antepasados pero levantó la mano en señal de STOP y me entregó el sobre. Al tocarlo se me iluminó una bombilla en la parte del cerebro que tengo más aprovechable y grité: - ¡¿Cómo sabes que la denuncia es cierta?! ¿No tendría que comprobar que, realmente, hay plantas carnívoras en el acuario? - Una vecina que subía andando se quedó a mi lado esperando la respuesta... pero ésta no llegaba. - ¡¡¡Vamos, que no tengo todo el día!!! (le gritó y a Bedulio no le quedó más remedio que entrar en casa)

Cuando vio el pedazo de acuario lleno de plantas, dio un paso atrás. - Anda, mete la mano y verás como no muerden. - ¡¿Yoooooooooooooooo?! - Sacó el móvil... - Llamaré a un compañero que... - Esta es la casa de una chica soltera y no querrás que los vecinos malpiensen de mí si ven entrar a tantos hombres estando yo aquí, sola.

Dudó... - ¿De verdad estás sola? - Sí. - ¿Y...el ánima ... de tu... abuelito...? (inmediatamente se santiguó) - Supongo que andará por aquí. A veces no se deja ver el muy pillín jejejejejejeje ¿Lo llamo? - ¡NOOOOOOOOOOO!

El pobre estaba pálido y sudoroso. - Bueno, ¿qué? Date prisa que no quiero perderme el programa de la Esteban... ¿Un chinchón para subir el ánimo?

Media botella después, se arremangó y, poco a poco, fue metiendo un brazo. Le entró un escalofrío que le hizo temblar todo el cuerpo. - ¿Más chinchón? - Un culito de licor quedaba ya en la botella cuando, decidido, tocó las plantas y viendo que no pasaba nada, las fue tocando una a una, las largas y las bajitas, para éstas tuvo que asomarse mucho al interior del acuario y ¡¡¡PATAPÁM!!!

Cayó de cabeza al agua y asustado, braceó, pataleó, tragó agua de mar y ya, a punto de ahogarse, dio el gran alarido que congeló la sangre en las venas de los vecinos del barrio.

Gracias a que Pascualita le dio un buen bocado, el dolor le dio la energía necesaria para salir del acuario por su propio pie y correr pasillo adelante, pasillo atrás, hasta quedar dormido en el sofá de la salita, agotado.

Sus compañeros han venido a buscarlo hace horas y todavía se preguntan qué le ha sentado tan mal de la merienda de ésta mañana, para acabar teniendo el aspecto, hinchadísimo, del Hombre de Michelín.

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