sábado, 18 de enero de 2020

El abuelito Dos palmos.

Esta mañana ha venido Bedulio. Se le veía inquieto y temeroso. - Me mandan para comprobar cuánta gente vive en tu casa porque, según la Cotilla, la has convertido en una piso patera. - ¿Y eso? - Quiere decir que hay mucha gente viviendo aquí... ¿Es verdad?. - Espera que cuente (le dije): Pepe la cabeza jivarizada, uno. Las algas del acuario, dos... ¿A la Cotilla, como medio pensionista, la cuento también? pues tres. Yo, cuatro... ¡ah! se me olvidaba el ánima de mi primer abuelito, cinco. Se pueden contar con los dedos de una mano los que vivímos aquí. - Lo de... tu abuelito puedes... quitarlo...

- ¡Ni hablar! Ha decidido quedarse, no sé hasta cuando. Pasa que te lo presentaré. Es un tipo simpático, no sé porque se lo cargaron la abuela y la Cotilla porque, además, es guapo. Pasa, hombre, que no da miedo. - Ese fue el momento que eligió el fantasma para deslizarse, a dos palmos del suelo, entre Bedulio y yo - ¡No me han dado esa orden! (gritó éste) - Y girando sobre sus talones, inició la huída escaleras abajo.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Ay, Jesús, María y José! Otra vez el fantasma... (la Cotilla entra en casa encomendándose a todos los santos pero aún así y a pesar del miedo que le da, sigue viniendo a comer) - ¿Me ha denunciado a los municipales? - Sí, para que se lo lleven... - ¡No comerá conmigo! - ¿Por qué no? ¿Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino? ¿Qué lata vas a abrir hoy? - Una de lentejas con chorizo. - Me apunto. - Y se sentó a la mesa esperando a que la sirviera.

A la hora de siesta mi butaca estaba ocupada por mi primer abuelito, aunque situado a dos palmos sobre ella. Me coloqué debajo y comprobé que no deja de ser inquietante tener un hombre encima... aunque sea a dos palmos de una.




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