domingo, 19 de enero de 2020

Más sola que la una.

Ya estoy un poco harta del abuelito. Me lo encuentro cuando menos lo espero y no gano para sustos. No me ha quedado más remedio que encararme con él. - ¡Ya está bien, hombre! Cada vez te pareces más a los patinetes eléctricos que van por las calles, silenciosamente y a toda pastilla ¡Canta o silba, pero haz ruido, coñe!

Su expresión decía: Soy un fantasma y hago lo que se espera de mi. Asustar apareciendo de sopetón. - Lo sé, pero yo no soy tu objetivo. Lo son las personas que vienen por casa ¡pero yo vivo aquí, alma de cántaro!

Según su nueva expresión no está de acuerdo en que le hable así... Tiene razón, es mi abuelito y no debo perderle el respeto... - Lo siento. No volverá a pasar (esta frase real, que dijo la Realeza, lo ha dejado contento)

Ha decidido dejarme en paz y meterse son Pascualita. Para ello se sumerge hasta el fondo del acuario y se le aparece cuando duerme en el barco hundido o sale entre las plantitas de poseidonia. Los susto, a veces, son tan grandes que la sirena brinca hasta dar con la cabeza en el techo del comedor ¡Me parto de risa.

También la Cotilla, los abuelitos, Bedulio, al que a veces sigue hasta su cuartel y allí no deja a nadie en paz, ni municipales, ni detenidos, ni visitantes. El pobre Bedulio está de baja con los nervios hechos polvo.

Tampoco se libran los vecinos. Constantemente se oyen gritos en la escalera: - ¡Aaaaayyy, en mi casa hay polstergeis! - ¿Eso se come? (contesta otro) - ¡Fantasmas, idiota! -A partir de aquí vienen los tirones de pelo y los mamporros.

Lo mejor de todo esto es que ya no se meten conmigo porque, ni por asomo piensan que todo sale de mi casa. Sí que les extraña que a mi no me asuste nadie. - Como me gusta airear la casa, los malos espíritus salen por el balcón. (les digo)

Hace días que no viene a verme nadie... , ni siquiera Pascualita asoma la cabeza por el borde del acuario. ¡Que aburrimiento! - ¡Oye, Dos palmos, no des tanto la vara que me he quedado más sola que la una!

Y mi primer abuelito se deslizó, a dos palmos sobre el suelo, pasillo adelante hasta salir por la cerradura. Después se coló bajo la puerta y bajo algo más, de la vecina del sexto... Hasta mi casa llegaron suspiros entrecortados y jadeos apasionados que solo pude dejar de oir a base de chinchón y siesta.

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