lunes, 11 de mayo de 2020

58º días de Cuarentena.

He tenido que llamar a la abuela porque me ha pasado un percance que me ha dejado preocupadísima. - Abuela ¡se me han encogido los zapatos de tacón durante el Estado de Alarma! ¿Y cómo voy yo ahora a tomar un café con leche al bar de la esquina? Deberíamos contárselo al doctor Simón... - "¿Por qué?" - Por si es un nuevo virus, o el mismo y no sabíamos que tenía poder de estrechar los zapatos de tacón.

- "¡Ni se te ocurra decirle nada porque nos meterá tres meses más en casa!" - A mi me gusta... - "¿Estar encerrada?" - El doctor. Sus cejas me producen una sensación de cobijo bajo ellas. Y esa voz... - "Me parece bien que te guste pero no le digas nada de nada" - ¿Ni siquiera si quiere ser candidato a padre de tu bisnieto? - "Hummm... Vale pero díselo con diplomacia, nena. A mi también me gusta."

- ¿Vas a mandarme a Geoooorge con unos zapatos de tacón tuyos? - "¿A tí te parece que ésto es un trabajo para todo un señor mayordomo inglés?" -  ¡Claro! en las películas saben limpiar muy bien las botas de montar para ir a cazar un zorrito. Las dejan niquelás... ¿Cómo quedamos entonces? - "¿Está por aquí la Cotilla?"

La vecina se puso al teléfono y cuando colgó me dijo que me calzara las chanclas de plástico de cada día. - ¡Así nunca encontraré al padre del bisnieto! - Dice tu abuela que si hubieses tenido dos dedos de frente y te hubiese puesto tacones una rato cada día, ahora no tendría los pies anchos como las hembras trogloditas.

Pascualita, al amparo de las algas del fondo, para que no la viera la Cotilla, se partía de risa mientras hacía la señal de OK. Eso me enfadó y señalándole la botella de chinchón le dije, con la cabeza, que para ella no habría.

Sin darme tiempo a reaccionar, subió a la superficie como una flecha y ahora tengo un ojo como un colchón: el que ha recibido el buchito de agua envenenada que me ha tirado a la cara la jodía sirena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario