viernes, 22 de mayo de 2020

69 días de Estado de Alarma.

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyy que nervios! ¡El lunes podré ir a la playa a nadar! Tendré que comprarme un bañador porque no sé si voy a caber en el que tengo. Me consuela saber que no seré la única que he crecido a lo ancho en lugar de a lo largo durante estos sesenta y nueve días encerrada en casa.

Pascualita está igual que yo. Parece más una croqueta que una medio sardina. No podré llevarla conmigo a la playa porque, ni empujándola, puedo meterla en el termo de los chinos.

Estos últimos días en que la cabeza jivarizada ha sufrido una pequeña metamorfosis he estado más pendiente de ella que de la sirena y la tía, reptando, reptando, se ha comido todo cuanto ha encontrado. Hasta media col que guardaba en la despensa se ha cepillado.

- Pues no sé que vamos a hacer (le dije) El señor Li no me quiere en su tienda y no sé dónde puedo comprar un termo lo bastante ancho para que quepas. - Me ha hecho el señal de OK. - ¡De OK nada, monada! A pan y agua te voy a poner.

De vez en cuando, levanto el trapo de cocina que tapa a Pepe por si hay alguna novedad en sus cambios físicos. Mientras esperaba que se cocieran las patatas y las judías verdes, he mirado el llavero y aunque Pepe sigue tuerto, me ha parecido ver algo nuevo.

Fui a por las gafas que la abuela se dejó en el cantarano cuando se marchó a vivir a la Torre del Paseo Marítimo con Andresito. Me las puse, miré, volví a mirar. Me eché agua a los ojos, miré otra vez ... Fui a por el móvil, hice una foto y se la mandé a la abuela.

Me contestó enseguida: - "¿Lo que veo es lo que creo que es?" - Dime que ves. - "A Pepe" - ¿Y? - "Un llavero" - ¿Y? - "Con un ojo" - ¿Y? - "... Unos... ¿pies?" - ¡Eso me ha parecido a mi! Son muy pequeñitos y pegados al cuello... Si Pepe era así de raro en vida, no me extraña que se lo comieran los caníbales.




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