jueves, 28 de mayo de 2020

75 días del Estado de Alarma.

Me peleé con la Cotilla a grito pelado: - ¡Deme mi colador! ¡¡¡Quiero mi coladooooooor!!! - Mientras, ella se reía de mi. - ¿No me digas que estás de antojos? ¡Menuda fiera está hecha Pepito que, sin comerlo ni beberlo, hace un bisnietoooooo! jajajajajajaja

De pronto, la vecina empezó a dar vueltas al rededor de la mesa del comedor blandiendo el colador en una mano. ¡Tiene 100 años y no la pude coger! ¿De qué pasta está hecha ésta gente?  Cuando iba por la cuarta vuelta, con la lengua afuera y sin resuello, me di cuenta de que el colador estaba vacío. No había ni rastro de Pepe.

Me senté en el balcón, llorando a moco tendido, porque habiendo estado tan cerca de ver un milagro de la Naturaleza, por culpa de la Cotilla, no pudo ser.

Los gorriones estaban revolucionados y llamaron mi atención cuando ya las lágrimas caían en cascada a la calle: - ¡Estas no son horas de regar, tía guarra! (me dijo un vecino que, al pasar por allí, se mojó) - ¡Es agua bendita, coñeeee! (la gente no aguanta nada)

Miré hacia el árbol y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sobre el alféizar de la ventana estaba Pascualita. Corrí a la cocina sin hacer ruído y la cogí bruscamente, antes de que se precipitara al vacío.

- Ay, Pascualita, solo falta que tú también me dejes para siempre ... ¡buaaaaaaaaaaaaaa!... Las cataratas del Niágara son un chorrito de agua comparado con el torrente de lágrimas que salían de mis ojos. Estaba inundando la cocina y no podía parar.

Entonces uno de los gorriones se lanzó contra mi. Fue tal el susto que me dio aquel ataque inesperado, que cai de culo y me quedé chorreando. Pero no iba contra mi sino contra lo que la sirena tenía en la mano... ¡a Pepe!

Pero... ¿y aquella bella mariposa que yo ví, quién era? Mi primer abuelito, sonriendo pícaramente desde la lámpara de la cocina, me dio a entender que era un antiguo amor que había venido a visitarlo de más allá del tiempo. - ¡Pues qué bien! (le dije, enfadada) Ya me podrías haber avisado y me hubiese ahorrado tener que recoger ahora todas estas lágrimas. - Y fui a por el cubo y la fregona.

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