miércoles, 13 de mayo de 2020

60 días de confinamiento.

Como Andresito sabe de cuentas porque ha sido banquero toda su vida, le he llamado para que me confirme si sesenta días son ¡dos meses! Me ha dicho que sí pero que, para preguntarme chorradas, no hace falta que le llame a las cuatro de la madrugada... Como se nota que está cerrado El Funeral. Ahora mis abuelitos se acuestan a la hora de las gallinas. Y he llegado la hora de mi venganza... jojojojojojojo.

Me he tirado dos meses en casa... menos mal que tengo cerquita el árbol de la calle y puedo evadirme en él... aunque se molesten los gorriones que ¡menudo genio tienen!

Hoy, dos meses después de decretarse el Estado de Alarma, voy a darme un garbeo por ahí. Y en lugar de transportarnos, Pascualita y yo, en una hoja caída del árbol, lo haremos en una hoja caída del calendario. Aquella que decía ABRIL y nos lo robaron.

He encontrado a la sirena durmiendo, plácidamente, flotando en el agua de acuario. Este bicho tiene un sueño profundo. Tan profundo como es su hábitat natural, en las grandes simas de los Siete Mares, así que no me ha quedado más remedio que recurrir a mi dulce voz para despertala: - ¡¡¡PASCUALITAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

Del salto que ha dado ha quedado colgada de la lámpara del comedor. ¡Lo que me he reído! A ella, como es muy suya, no le ha hecho gracia. Que secos son éstos seres antidiluvianos... jopé.

Con Pascualita en una mano, la hoja de calendario en la otra y haciendo equilibrios para no despeñarme balcón abajo, he logrado subirme a una rama del árbol y hemos aparecido junto a la Torre del Oro, bajo un paragüas mientras el cielo parecía desplomarse sobre nosotras. Llovía a cántaros. San Pedro debía tener goteras y echaba el agua a cubos sobre Sevilla...

Pascualita se encogía dentro de mi escote. El agua dulce es para ella como la kriptonita para Supermán ¡malísima! Y entonces, dándome una palmada en la frente, me acordé del refrán que me enseñó la abuela hace tiempo: En Abril, aguas mil.

No nos quedó más remedio que poner proa hacia el balcón de casa. Y allí seguimos las dos, disfrutando del solecito tomando chinchón on the rock con cañita... ¡hip!


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