viernes, 15 de mayo de 2020

62 días de confinamiento.

Andresito ya no habla de salir a manifestarse. Primero porque no quiere dormir debajo del puente del tren porque por las noches aún refresca. Y segundo, porque vio en la tele a un tío dándole golpes con de un palo de golf a una farola y se dio cuenta de que no era el adecuado para eso. - Ese tío no tiene ni idea de jugar al golf. Debe ser de esos que los tienen en su casa de adorno.

Ahora está mucho más tranquilo. Espero que le dure porque, entre una cosa y otra, nos juntamos más de lo que deberíamos. Menos mal que tengo a mano el árbol de la calle y me puedo evadir en él.

Suena el télofono. Es la abuela. - "Dice Andresito que no quiere ver a la Cotilla ni en pintura" - ¿Por el comentario del puente del tren? Pues tenía razón. - "¡Toma, claro! pero no quiero decírselo por si le da por cambiar el testamento... Por cierto, dice que quiere ir una temporadita a tu casa"  - Nasti de plasti, abuela. Estoy confinadísima. - "La Cotilla me ha contado que te vas por las ramas del árbol."

- Que bien puesto tiene el nombre la tía. - "Andresito se ha enterado y quiere ir también". - Lo siento. Ya llevo compañía... - "¿Pascualita, no?" - Y alguien más... - "No me tengas en ascuas, nena." - Mi primer abuelito. - "¡Ni lo mientes, que se me ponen los pelos de punta!" - Pues imagina si mis dos abuelitos se hicieran amigos... - "¡Calla, jodía!"

Me he librado por los pelos y porque la abuela, después de tantos días de cuarentena, está sensiblona. Nunca se había molestado tanto cuando le mentaba a su primer marido. El también parece sorprendido por la reacción de su ex mujer... Ahora no sé si es ex porque no se divorciaron. El se murió o lo "murieron" entre las dos amigas. Tendré que pensar en ello... o no.

Disfrutamos del balcón, la sirena y yo, tomándonos unos chinchones fresquitos mientras los gorriones no paran de parlotear. De vez en cuando alguno se acerca y mete el pico en mi vaso. Como sigamos así tendré que llevarlos a Alcohólicos Anónimos.

Una hoja se ha desprendido de la rama y ha volado hasta mi. Aprovecho la ocasión, nos subimos Pascualita y yo, cierro los ojos y al abrirlos la gente iba sin mascarilla por las calles de una ciudad cualquiera. El coronavirus, allí, ya era historia pasada.


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