domingo, 11 de octubre de 2020

Hace frío.

 Han bajado las temperaturas y ya tengo frío, por eso he calentado agua y la he echado al acuario para que no se constipe Pascualita. La media sardina tiene más años que la tos porque, cuando el primer primate del mundo mundial, tosió, ella ya llevaba la tira de milenios nadando a lo ancho y a lo largo del único e inmenso océano que existía porque los Continentes aún no se habían separado. 

¿Para qué iba a caminar nadie por semejante sitio que, en el milenio más inesperado, se partiría en un montón de trozos?.

Cuando eso ocurrió y Pascualita se dio cuenta de que andando se llegaba a Roma, la hora de pedir arreglos, tales como cambiar la cola de sardina por hermosas piernas, había pasado. Y así se quedóaron ella y todas las demás sirenas que hubo. Que fueron muchas y muy bellas. Y cantarinas, por eso se pusieron ciegas de comer pescadores que se lanzaban al mar, sin saber nadar, y acababan en las fauces, nada femeninas, de esos bichos. Solo se salvaron los pescadores sordos. De todas maneras, las sirenas tragonas murieron con el colesterol por las nubes, hartas de comida. 

La especie se extinguió. Solo se salvó Pascualita porque era tan pequeña que se alimentaba de los pocos restos que dejaban sus "hermanas"

La desaparición de los sirenos fue distinta. Se los comieron sus parejas, enceladas, antes de cantar el adiós a la vida. Y como no había sirenos tan esmirriados como ella, Pascualita quedó soltera y sola en la vida por millones de años, sintiéndose la Reina de los Mares porque ¿a ver quién le quitaba el sitio si no había nadie más?

Todo esto viene a cuento porque, en cuanto el agua caliente entró en el barco hundido del acuario donde la sirena dormía a pierna suelta, dio tal salto mortal pensando que seguía estando en la olla de la sopa, que se estampó contra el cuadro de la Santa Cena y quedó agarrada al trozo de pan (de yeso) para no caer. 

Y ahí sigue. Mientras mi primer abuelito ha sacado las cadenas de su traje de fantasma y las agita furioso ante mi echándome en cara que no ayude a Pascualita. - ¡Sí, hombre, con lo que me rio!

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